El público llegó de forma escalonada, pero cundió el miedo a no entrar

La Voz

CULTURA

06 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Nunca en Galicia se había celebrado un festival pop con las características organizativas del MTV Day. La gratuidad del concierto, sin necesidad de retirar invitaciones, tuvo su lógico efecto llamada, pero como todo lo que es demasiado fácil en la vida tenía trampa. Con esta medida, la cadena musical se aseguraba tener enganchados desde primera hora de la tarde a aquellos que no querían perderse la cita por nada del mundo, y eso en los planos de la televisión siempre queda bien. Así fue, porque a las seis ya había unas cinco mil personas ocupando las zonas más cercanas al escenario y el personal laboral y de ocio fue calentando motores y poniendo a prueba la maquinaria. En las cuatro horas siguientes, el goteo de gente solo dio para duplicar esa cifra. A las diez de la noche, unas quince mil personas esperaban a los elegidos, The Arcade Fire. Ayer en Santiago había habitaciones vacías, y eso no es buen síntoma, porque solo una semana antes los hoteles de una a tres estrellas se llenaron con el Festival Xacobeo 10, de pago.

En cualquier caso, pulsando el ambiente antes y durante la cita, la conclusión es que el formato no gustó y habrá que revisarlo para próximos eventos. No tanto por lo de no cobrar como por el hecho de generar incertidumbre entre los hipotéticos asistentes, que carecen de criterios para medir las pautas de actuación de las masas más allá del sentido común. El comentario más habitual entre los que decididos subieron al monte -y los que no, pero que eran público potencial- es que el riesgo de quedarse a las puertas era excesivo. Mucho más si había un desplazamiento más o menos largo de por medio. El domingo, día de descanso incluso para los que tienen el espíritu más dinámico, tampoco ayudó. Pero en estos casos ya se sabe que la escaleta televisiva manda, y el Xacobeo tuvo poco que decir.

Por el lado catódico, el festival tenía sus ventajas. Los horarios se cumplieron sin dilaciones, y eso es de agradecer cuando se llevan varias horas de pie con una mano ocupada con un vaso de plástico.

Otro párrafo bien lo merece el Monte do Gozo en sí mismo, que ayer cesaba sus servicios hasta no se sabe cuándo. Las medidas organizativas son las que son, pero sigue siendo ridículo que en el bar le quiten los tapones a las botellas y que en el suelo haya piedras como puños.