Un dibujante convierte el Fausto de Goethe en un cómic satírico

EFE

CULTURA

Como en el original, en el «Fausto» de Flix, que acaba de sacar al mercado la editorial Carlsen, Dios y Mefistófeles hacen una apuesta para ver quién se queda con el alma de Fausto.

02 jun 2010 . Actualizado a las 12:00 h.

El dibujante «Flix», pseudónimo de Felix Gormann, ha trasladado el «Fausto», el clásico por excelencia de la literatura alemana, al Berlín actual, y ha convertido la tragedia de Goethe en una especie de sátira moderna.

El comienzo del cómic hace pensar en una adaptación respetuosa del original, pero ya en la página 3, cuando Mefistófeles le desconecta el ordenador a Dios y le mete en un problema, el lector se da cuenta de que está ante una parodia y no ante una nueva versión de la obra.

Lo que sí puede decirse en todo caso es que el argumento de la primera parte del «Fausto» de Goethe se respeta en sus líneas básicas.

Es decir, como en el original, en el «Fausto» de Flix, que acaba de sacar al mercado la editorial Carlsen, Dios y Mefistófeles hacen una apuesta para ver quién se queda con el alma de Fausto, que termina consiguiendo una segunda juventud y enamorándose de Margarita, o Grete, cuyo amor termina consiguiendo al precio de su alma.

Las diferencias, abismales, están en los detalles. Así, por ejemplo, en el comic de Flix Fausto ha estudiado jurisprudencia, filosofía y medicina y también teología, pero, lejos de ser un sabio respetado por todos, es un simple taxista berlinés. Es una especie de estudiante profesional que financia sus estudios varios conduciendo un taxi.

Si al Fausto clásico la búsqueda de conocimiento le decepciona porque no llega a entender la clave del mundo, al Fausto de Flick sus conocimientos le resultan sencillamente inútiles y, tal vez por eso, termina de taxista y buscando alguna forma -la ayuda del diablo de las brujas- de acceder a los placeres de un mundo que ya no cree ni en Dios ni en los sabios.

Las brujas que le preparan a Fausto en la obra de Goethe el brebaje que le rejuvenece son, en el cómic, las dueñas de una boutique donde Mefistófeles -a quien los amigos llaman Meph- convence al ilustrado taxista para que se compre un pulóver negro por un precio astronómico.

Tal vez el principal problema que tenía Flix para hacer creíble la historia de Fausto en el Berlín actual era el papel que juega la religión en la trama original.

Los problemas que tiene el personaje de Goethe para acceder a Margarita tienen que ver con el tema religioso y con una madre rigurosa que pone a consideración de un sacerdote el primer regalo que le hace Fausto a su hija, éste huele azufre en el mismo y dice que es mejor que la iglesia lo tenga a buen recaudo.

La oposición de la madre, además, hace que Fausto y Margarita se encuentren por primera vez, clandestinamente, en la casa de una vecina. Para que esto fuera creíble en el Berlín actual se requería, o bien que se tratase de una historia de amor adúltero, o bien -y esta es la solución a la que recurre Flix- que Margarita fuera de familia musulmana.

Creando esa constelación, Flix logra hacer creíble que la madre abra la carta que le envía Fausto a Margarita y le propine una paliza a Mefistófeles, que hace de cartero y que, luego, cuando Fausto logra entrar en la casa de la familia disfrazado de turco, le formule la pregunta que se conoce como «la pregunta de Margarita», es decir, «¿cuál es tu relación con la religión?».

Aunque, es preciso decirlo, en el cómic de Flix la pregunta va acompañada de una precisión, pues la madre también quiere saber a qué escuela coránica asistió Fausto, lo que recuerda la idea de que Berlín es la capital del ateísmo mundial, en donde la única religión que crece es el Islam.

Las cosas que ocurren en el cielo en el cómic de Flix también tienen tono de sátira. Así, por ejemplo, Mefistófeles usa clandestinamente «la cuenta de skype» de Mahoma para persuadir a Margarita, sumida en oración, que vaya a un bar donde va a encontrarse con Fausto.

Dios, que en la obra de Goethe espera soberanamente a que la historia se desarrolle por sí sola, interviene en el cómic permanentemente con trucos, no siempre exitosos, para sabotear los planes de Mefistófeles, y a veces da la sensación de ser un personaje indefenso, lejos de toda omnipotencia.

En un momento dado, Dios está tan ocupado con Fausto, que no le pasa al teléfono a un tal Benedicto, que quiere consultar con él su sermón del próximo domingo.

Flix, eso es claro, no toma en serio la historia que cuenta, y eso lo diferencia de otros dibujantes que han tratado de adaptar obras clásicas al formato del cómic.