Cameron, el nuevo mesías

César Wonenburger

CULTURA

07 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Los Oscar nacieron como los premios que las gentes del cine se concedían a sí mismos para intentar dignificar una profesión que había surgido como una barraca de feria: todavía hoy, cuando en España se quiere denigrar a los actores se los llama titiriteros, y no hace tanto que aquí los cómicos no podían ser enterrados en suelo sagrado. Nada otorga más prestigio que un premio, aunque lo promueva una asociación de amas de casa, y la estatuilla dorada se ha convertido en el mejor pasaporte hacia el éxito, lo que traducido hoy en algo tangible significa dinero. En el fondo, la batalla que se librará entre tuxedos (que es como allí llaman al esmoquin) de Armani y vaporosos vestidos de Vera Wang, en sustitución del uniforme militar, poco tiene que ver con el cine. Si los productores de la estupenda, pero árida para el espectador puramente palomitero, En tierra hostil se han lanzado a una guerra sucia para intentar desbancar al todopoderoso Cameron, seguro vencedor por ese vulgar batiburrillo de filosofía new age , música ampulosa e imágenes diseñadas por ordenador llamado Avatar , poco tiene que ver con un teórico reconocimiento de los valores artísticos sobre el comercio. En realidad, se trata de intentar reanimar la taquilla de un filme modesto que aún podría dar el gran pelotazo si lograra multiplicar su insignificante recaudación, convirtiendo una película arriesgada en un negocio multimillonario. No, ahora ya no se trata de lograr que aquel señor que firmaba los guiones de las películas viera recompensada su decisiva tarea abandonando por un día el anonimato, como al principio. Ni tampoco de una lucha entre calidad y cantidad, porque en el fondo la aspiración de grandes y pequeños es idéntica: recaudar, la mayor expresión del éxito. Mucho más que las estrellas de los críticos, lo que determina hoy el prestigio de una obra cinematográfica es esa otra lista, que aparece cada fin de semana, con la taquilla obtenida por cada nuevo estreno. Por eso, Calvino preferiría Avatar como gran ganadora. Su ejemplo al convertirse en la película que más dinero ha logrado cosechar de la historia es el mejor signo de que el cine aún puede explotar nuevos filones, de que el invento no está muerto. Por devolverles la fe a los incrédulos, el profeta Cameron será acogido ahora como el nuevo mesías. Y no está mal que así sea, mientras quede algún hueco libre por el que aún pueda colarse el gran talento, ese que hoy estará representado por los Campanella, Tarantino, Haneke, Audiard y otros francotiradores del arte genuino.