Lang Lang, el Cristiano Ronaldo del piano

Miguel Lorenci

CULTURA

«La disciplina importa más que el talento o la suerte», dice un genio precoz que debutó con cinco años, abrió los juegos de Pekín y tocó en la entrega del Nobel a Obama.

18 ene 2010 . Actualizado a las 21:39 h.

A muy pocos pianistas la mítica marca Steinway & Sons les ha ofrecido bautizar un instrumento tan valioso. Sólo uno da nombre las deportivas de una multinacional, ha tocado en el mundo virtual de Second Life, y es embajador de buena voluntad de Unicef. El mismo que tocó para una audiencia planetaria en la apertura de los juegos de Pekín y acaba de hacerlo en la entrega a Obama del Nobel de la Paz. Con 27 años, el chino Lang Lang (Shenyang, 1982) es uno de los grandes genios vivos de la música clásica. Es al piano lo que Cristiano Ronaldo al fútbol. Su asombroso talento y la férrea disciplina inculcada por su tiránico padre no han dejado de abrirle el camino del Olimpo. Acumula elogios desde que con cinco años dio su primer concierto. Todas las grandes batutas -Barenboim, Mehta, Rattlle .- le han dirigido, y se los rifan las mejores orquestas. En España tocó por primera vez en 2003. Ahora regresa para ofrecer una gira que arranca y termina en el Auditorio Nacional. De paso, presenta su autobiografía, 'Un viaje de miles de kilómetros' (Alba) y su primera grabación de cámara, los tríos de piano de Tchaikovsky y Rachmaninov que ha registrado junto a Vadim Repin y Mischa Maisky para Deutsche Gramophon.

Aterrizó en Barajas a la cuatro de la mañana, seis horas después de lo previsto. Pero nada mina la contagiosa sonrisa y el entusiasmo de Lang Lang. Mantuvo su agenda, incluida su cita con la prensa antes del ensayo, y regaló unos minutos de su sublime talento. Alternando dos pianos, atacó piezas del repertorio en España, en los que por primera vez incluye pasajes de 'Iberia' de Albéniz. Cuando suena la popular 'Tarara', Lang Lang sabe que se aproxima al alma de una música «que he estudiado en los últimos años, que admiro mucho y que es tan bella como difícil».

Rendido admirador de Alicia de Larrocha, Lang visita España regularmente. Aún no está repuesto de la impresión que la causó asistir en 2003 a una corrida de toros. Adora el jamón, la única palabra que pronuncia en nuestro idioma, además de «hola».

Como una estrella del rock, viste vaqueros, chaqueta tan negra como su puntiagudo y vigoroso cabello, y zapatillas deportivas con las tres bandas doradas de la marca que le patrocina.

Fulgor

Hijo de actriz y músico «reeducados» y de carreras truncadas por la revolución cultural, Lang Lang, ha llevado una vida «novelesca». Desde los tres años su padre, violinista militarizado, lo sienta al piano cada amanecer. A los cinco ofreció su primer concierto. Dejo a su madre -telefonista a la fuerza- para estudiar en Pekín bajo la férrea tutela de un padre que lo invitó a saltar por un balcón o atiborrase a pastillas al ser rechazado en el conservatorio. Su primera profesora no supo ver el diamante en bruto: «tocas como un Samurai japonés que se suicida al final».

Tras el rechazo, no tocó el piano ni habló con su padre en meses.

La maestra rectificó a tiempo y el padre se disculpó. «Sólo quiero que estudies». Lang cumplió.

Saltó a Estados Unidos desde la china del hijo único para acabar su formación. Con 17 años pasmó a la crítica de Chicago al sustituir a un indispuesto André Watts. Aquella noche comenzó forjarse un mito; la leyenda de Lang Lang. Se encendió la rutilante estrella que con sólo 27 años ha alcanzado un fulgor con el que ni sueñan la mayoría de sus colegas. No en vano, los significados de Lang Lang son «brillante y luminoso» y «hombre educado».

Su autobiografía cuenta de esa vida dura y difícil dirigida por un padre «muy insistente» para él y un déspota para muchos. Sabe Lang que se ha perdido muchas cosas, pero no se arrepiente de nada. «Soy un niño grande y feliz» dice sin dejar de sonreír. Para Lang la clave «está en el trabajo y la disciplina.

»Son más importantes que el talento o la suerte«. Lo dice el responsable de una fundación infantil y al que le encanta tocar a cuatro manos con los peques y que cree que »la música puede hacer mucho los países en desarrollo«. »Sirve para romper barreras y luchar contra la malaria o el sida«.

Para este genio carece de mérito controlar un repertorio tan amplio como variado y complejo.

«Los músicos somos como los actores. Como ellos cambian de papel, nosotros de partituras y compositore». Pero los vaivenes de Lang son puro frenesí. Tocó también en la inauguración del mundial de fútbol de Alemania en 2006, fue número uno de la lista del Billboard con su disco Memory, ha compartido escenario con el maestro del jazz Herbei Hancock en la entrega de los Grammy, interpretó la música de la película El Tigre y Dragón y ha acompañado al Cecila Bartoli.

¿Qué tal tocan ese Mozart?

La música clásica «no existía» en la China de Mao. «La revolución cultural la prohibió«»insiste Lang, que marca la diferencia entre «un occidente donde mandan el pop, el rock o el hip-hop, con la música clásica como pasada de moda, y mi país, donde es un descubrimiento reciente; algo mágico para los cerca 40 millones de jóvenes que hoy estudian piano en los conservatorios chinos».

Unos jóvenes que sueñan con ser como el ídolo que tocó para cinco mil millones de seres humanos desde el Nido olímpico de Pekín. Pero ni ellos ni sus padres saben casi nada de los genios de una tradición ajena. A Lang no le chocan las descacharrantes preguntas de sus jóvenes compatriotas que aquí serian vergonzantes.

«¡Qué suerte tienes! Te ha contratado la misma discográfica que a Mozart. ¿Qué tal toca ése Mozart?. También me preguntan que si Chopin es simpático o que si he tocado alguna vez con Beethoven».