«Existe autocensura y miedo por parte de editores y cineastas»

Xesús Fraga / Leoncio González

CULTURA

Salman Rushdie asegura que hace tiempo que dejó de vivir bajo una amenaza de muerte, pero advierte de que el derecho a hablar sin coacciones se ha deteriorado

23 sep 2009 . Actualizado a las 19:49 h.

El 14 de febrero de 1989 la vida de Salman Rushdie (Bombay, 1947) se vio amputada. La fetua o edicto islámico que dictaron contra él las autoridades islámicas lo convirtieron en una presencia fantasmal que se guarecía entre sombras y escoltas. Veinte años más tarde, Rushdie ha ahuyentado aquellos espectros y da por concluida una amenaza que, a su pesar, ha desembocado en una condena de otro tipo. Según fuentes de la organización del X Congreso Internacional de Semiótica, que Rushdie inauguró ayer en A Coruña, el escritor se mostró muy molesto con el celo policial, ya que hubo agentes que entraron en su habitación sin su conocimiento y consultaron su agenda personal. Su entorno le sobreprotege y, a pesar de la afabilidad que mantiene en todo momento durante la conversación, deja claro que preferiría no volver a hablar de la fetua nunca más. Sin embargo, también advierte de que su situación personal puede haber mejorado, pero la libertad de expresión no atraviesa un buen momento.

-Uno de los personajes de de su libro «Hijos de la medianoche», Nadir Khan, tiene que refugiarse en los sótanos de una casa porque está amenazado de muerte. ¿Se imaginó alguna vez que viviría una situación similar a la que describió varios años antes?

-No, no. Aunque no es exactamente la misma situación, sí que se trata de una coincidencia extraña. Lo único que puedo decir es que en su caso llegó a su término, y en el mío también. Pero esto ya ha ocurrido con frecuencia: personas que deben refugiarse porque les persiguen. Mi caso no fue el primero y sé de otros durante el período de la lucha por la independencia de la India o durante la partición [la separación entre la India y Pakistán], ya que sus declaraciones enfurecían a los grupos extremistas. Por desgracia, es algo que le ocurre a muchos escritores.

-En «Shalimar, el payaso», un chófer asesina a la persona para la que trabaja. ¿Fue un intento de tratar de entender o de entrar en la mente de quienes querían matarle?

-No, al contrario. La gente siempre trata de leer mis libros en clave autobiográfica y en el caso de Shalimar, el payaso , en concreto, fue una decisión muy consciente el no proyectarme sobre ninguno de los personajes. En ese libro hay cuatro personajes principales, dos hombres y dos mujeres, y ninguno de ellos soy yo. De verdad, es importante entender que en un libro yo imagino a otras personas, no solo a mí mismo. No puedo pensar ni en un solo personaje de esa novela que tenga alguna conexión autobiográfica, por remota que sea.

-¿Qué le ha robado la fetua a su vida?

-Bueno, hizo que un decenio de mi vida fuese muy difícil. Pero ahora lo único que roba es la facultad de hablar de cualquier otra cosa. Hace ya una década que se ha terminado y quizá un día un periodista no me pregunte sobre ello [ríe].

-¿Cree que la situación de la libertad de expresión en el mundo ha mejorado o empeorado?

-Ha empeorado. Va a peor, sin duda alguna. Creo que nos hemos acobardado mucho en los últimos años. Existe mucha autocensura y miedo por parte de editores, cineastas y empresarios teatrales, así que creo que la libertad de expresión en el mundo no vive un buen momento. Lo que hace que sea más importante hablar de este tema.

-Tenemos más medios, tenemos Internet, ¿pero no cree que se da la paradoja de que al final los mensajes son muy uniformes?

-Creo que el abanico de voces que pueden hablar en todos estos medios es bastante reducido. Claro que en Internet cualquiera puede decir cualquier cosa, pero creo que la Red todavía se encuentra en su infancia, y en este período mucho de lo que uno se encuentra es tan solo basura. Mal escrito, mal pensado y, por supuesto, nada documentado: como puedes escribirlo, lo haces. Quizá esto sea una fase temporal y necesitemos una segunda fase en la que las cosas no solo estén mejor escritas, sino pensadas, con más conocimientos, de la misma forma en la que funcionan los medios tradicionales. Por supuesto, tenemos periódicos-basura y siempre los habrá, y eso también existirá en Internet, pero ese no es realmente el problema. Lo que ahora mismo no existe es el suficiente control de calidad, pero eso es una cuestión de tiempo.

-¿Cree que con Obama se combatirá ese miedo?

-¿Obama? No lo sé, yo soy un obamista [ríe]. Creo que es el mejor presidente posible que podría tener Estados Unidos en este momento, pero es muy injusto pedirle que solucione los problemas del mundo, porque los problemas son inmensos y hasta el presidente de Estados Unidos tiene una capacidad limitada para resolverlos. Pero si puede hacer al menos la décima parte de lo que la gente espera de él, entonces lo habrá hecho muy bien. El problema es que cuando resultó elegido las expectativas eran muy, muy altas, no eran nada realistas. Y ahora que la vida real comienza a hacerse notar, nos damos cuenta de lo difícil que es introducir cambios.