Conmemoran 30 años de la muerte de la poetisa Juana de Ibarbourou

Efe

CULTURA

Fue una mujer rebelde y transgresora, cuyo gran mérito consistió en «romper el círculo cerrado de los intelectuales».

15 jul 2009 . Actualizado a las 23:48 h.

Uruguay conmemoró este miércoles los 30 años de la muerte de la poetisa Juana de Ibarbourou, Juana de América, una autora que se convirtió en símbolo de un país y que conoció las luces y las sombras en su vida y su literatura.

«Fue una mujer rebelde y transgresora», cuyo gran mérito consistió en «romper el círculo cerrado de los intelectuales y calar en el alma del ciudadano corriente», afirmó a Efe el periodista y escritor uruguayo Diego Fischer, autor de una biografía novelada de la poetisa.

Nacida en la villa de Melo en 1892, Ibarbourou accedió a la fama de manera fulminante, tras publicar su primer poemario, Las lenguas de diamante (1919), y vio consagrada su carrera diez años después con su proclamación como Juana de América en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo (parlamento) de Montevideo.

Esa distinción, impulsada por estudiantes universitarios y jóvenes poetas, hizo de Ibarbourou la «figura fetiche» de Uruguay, dijo el autor de Al encuentro de las tres Marías. Juana de Ibarbourou más allá del mito.

«Sus libros comenzaron a venderse tanto o más que los discos del cantante de tango Carlos Gardel» aseveró Fischer, quien subrayó los elogios que el pensador español Miguel de Unamuno dedicó a Ibarbourou en una carta que supuso «el gran espaldarazo» a su trayectoria literaria.

Según el periodista, esa misiva fue «profética», pues Unamuno reconocía la «extrema sensibilidad» de la autora y ensalzaba su valentía al asegurar que «ninguna mujer en España se atrevería a escribir versos» como los de Las lenguas de diamante, a la que siguieron Raíz salvaje (1922) y La rosa de los vientos (1930).

El erotismo, la belleza y la exaltación de la vida marcaron la primera etapa de su obra, reflejo también de «un país feliz, de un Uruguay que tenía fe en sí mismo y progresaba», relató Fischer.

El reconocimiento de su obra traspasó enseguida fronteras y Juana de Ibarbourou comenzó a ser ensalzada por autores de la talla de Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, quien la visitó en repetidas ocasiones durante su estancia en Montevideo en 1934.

En 1959 fue galardonada con el primer Premio Nacional de Literatura otorgado en Uruguay y, ese mismo año, fue candidata al Premio Nobel de Literatura.

Sin embargo, muy pronto «la gloria y el infierno comenzaron a darse la mano» e Ibarbourou se vio inmersa en el «calvario de una mujer del siglo XXI».

Su adicción a los barbitúricos y a la morfina, y la violencia doméstica -primero por parte de su marido, un militar de bajo rango, y después de su hijo- marcaron las sombras de una vida que se prolongó 87 años.

Además, pese a haber logrado un patrimonio muy importante, las deudas contraídas por su hijo hicieron que Ibarbourou atravesara grandes penurias económicas y tuviera que deshacerse, entre otros muchos bienes, de la amplia biblioteca que había atesorado durante años.

«Que hoy figure su rostro en los billetes de mayor valor de la moneda uruguaya (los de mil pesos) es un sarcasmo», opinó Fischer.

Según el escritor, a partir de Perdida (1950), la poesía de Juana fue completamente autobiográfica y dejó traslucir en ella «sus adicciones, su soledad, la belleza que se va» e, incluso, su «verdadera historia de amor, que no fue con su marido sino con un médico argentino».

Juana, que era veinte años mayor que él, rozaba entonces los sesenta años y encontró en aquel romance «el último momento de felicidad» de su vida, aseveró Fischer.

Para el poeta uruguayo Jorge Arbeleche, uno de los mayores estudiosos de la obra de Ibarbourou, los versos de esa última etapa se alejan de la sensualidad y la alegría de los primeros años y se aproximan a «lo metafísico y lo religioso», en el sentido de concebir la vida como un «don sagrado, pero también voraz».

«Juana de Ibarbourou ocupa un lugar en la literatura en lengua española», opinó Arbeleche, uno de los promotores del conjunto de actividades que este año conmemoran en Uruguay los treinta años de su muerte.

En el marco de esos homenajes, el próximo 20 de agosto -coincidiendo con los ochenta años de su proclamación como Juana de América- la Cámara de Representantes de Uruguay presentará en el Palacio Legislativo de Montevideo una antología de su obra bajo el título de Rapsodia.

Asimismo, la Intendencia (Ayuntamiento) de la capital publicará una nueva edición de Chico Carlo, una colección de cuentos infantiles escritos por la autora.

Para Fischer, estos homenajes propician que Uruguay «se reencuentre» con la mujer inconformista que fue Ibarbourou.

«Detrás del mito, de la leyenda y del silencio estamos descubriendo a la mujer, y al hacerlo comenzamos a entender su obra y lo que con ella quiso decir», aseveró.