De icono a caricatura. Fue el trayecto que Michael Jackson realizó en su difícil estatus de celebridad mundial. Los chistes sobre su blanqueamiento -que el artista atribuyó a una enfermedad llamada vitíligo que provoca la muerte de las células que pigmentan la piel- y las acusaciones que lo relacionaban con abusos sexuales a menores -nunca probadas y por las que no fue condenado ante ningún juez- oscurecieron la parte artística de un cantante que se convirtió en una estrella a los once años, y que, posteriormente, cambió la historia de la música popular mundial.
Que si dormía dentro de una cámara hiperbárica para no envejecer, que si había comprado el esqueleto del hombre elefante... A mediados de los ochenta comenzaron los rumores que luego él atizó con excentricidades como su rancho californiano de Neverland -que contenía animales de especies exóticas y un parque de atracciones, entre otras diversiones-. En 1993 los rumores propiciaron la denuncia por abusos sexuales de un niño de 13 años. Jackson no quería publicidad y pagó a la familia cerca de 20 millones de dólares por su silencio. Fue como apagar el fuego con gasolina. Ni siquiera su matrimonio de 19 meses con la hija de Elvis Presley, Lisa Marie, acalló las denuncias sexuales que lo persiguieron hasta su muerte. Los fármacos y los problemas financieros también se añadieron a la lista de problemas de este Peter Pan moderno.