El engaño en el cine, un arte

Cristian Reino

CULTURA

Una exposición en Barcelona muestra la historia de los efectos especiales en las películas, desde «King Kong» hasta «El laberinto del fauno»

26 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Un hombre pálido y sin ojos, uno de los personajes más terroríficos del filme El laberinto del fauno, da la bienvenida al público en la entrada, como si fuera el siniestro taquillero de una sala de cine. Sobre su cabeza, una advertencia: «No recomendado para menores de 13 años». No es la puerta de acceso a ningún museo de los horrores, se trata de la exposición El arte del engaño en el cine, que recorre hasta el 30 de agosto en el Palau Robert, de Barcelona, la historia de los efectos especiales artesanales en la gran pantalla.

«El gore de cerca impresiona. Por eso se avisa de que algunas imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador», afirma Montse Ribé, ganadora junto a su marido David Martí del Oscar del 2007 al mejor maquillaje por la película que sobre la Guerra Civil firmó Guillermo del Toro.

Sus extrañas criaturas comparten vitrina con otros tótems de la historia del cine fantástico y de terror, como el King Kong que realizó Willis O'Brien en 1933 (eso sí, a escala), así como los trabajos de su discípulo Ray Harryhausen, autor de los efectos de Jason y los argonautas (1963) o las creaciones de Stan Winston, responsable de Terminator. «La exposición pretende poner al alcance del visitante la magia del cine, su arte oculto», señala el comisario de la muestra, Jep Porras. «Queremos sacar del anonimato a auténticos genios de la creación», afirma. «Todos se acuerdan de ET, pero nadie de que el muñeco extraterrestre no lo fabricó Spielberg, sino Carlo Rambaldi», añadió. Y recalcó además: «Los directores no hacen las películas solos».

Montse Ribé, copropietaria de la empresa DDT, que ha intervenido en el último filme de Alejandro Amenábar, siente predilección por los clásicos. «El King Kong de O'Brien marca un antes y un después», señala. Respecto al Terminator encarnado por Schwarzenegger, Ribé afirma que «es un punto y aparte en la enciclopedia de los efectos especiales». En el proceso de producción, David Martí dice que «no hay instrucciones de cómo funciona una animatronic, hay que ir inventando». Asegura que los libros forenses y de criminología son una fuente de inspiración.

La exposición muestra también la vertiente artesana de la industria, basada en la técnica del Stop-motion. «Es una ilusión óptica y hay auténticas joyas con este método, que ahora nadie usa porque no es rentable», afirma Porras. «Solo genios como Tim Burton, en La novia cadáver o en Pesadilla antes de Navidad, se permiten estar cuatro años montando un filme», añade.

Los visitantes pueden ver algunas muestras de maquetas usadas por los primeros animadores, que aprendieron de George Meliès y sus filmes fantásticos. Porras señala que, «a través de técnicas auxiliares (mecánica, maquillaje, modelaje, escultura y robótica), se convierte en el arte de engañar al ojo del espectador». A lo que Ribé añade que «lo más inverosímil debe parecer real».

Además de los clásicos, por el Palau Robert se dejan ver también la momia del Corazón del guerrero, de Daniel Monzón; Chuky, el muñeco diabólico; las máscaras de El orfanato y buena parte de la prole de monstruos que aparecen en Hellboy. Como dice Jep Porras, «magia, espectáculo y entretenimiento».