De bulos, leyendas urbanas y otros rumores maliciosos

EFE

CULTURA

Intentar lanzar una leyenda urbana está ahora, con internet, al alcance de cualquiera.

22 may 2009 . Actualizado a las 12:40 h.

Que Elvis está vivo, que el hombre nunca pisó la Luna, que hay cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York o que las pirámides de Egipto, México o Perú las construyeron los extraterrestres son algunas de las muchas leyendas urbanas que se apropian escritores o guionistas en su trabajo, pero cuyo «copyright» pertenece un poco a todos.

Si no todas, algo más de medio millar, reúne Tomás Hijo (Salamanca, 1974), escritor, ilustrador y profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, en «El Libro Negro de las leyendas urbanas, los bulos y los rumores maliciosos», editado por Styria.

Para cubrirse las espaldas, el autor declara que todas las historias que recopila son rigurosamente falsas e invita al lector, por ello, a abordarlas con cierto escepticismo sano, al igual que si fueran «los cotorreos del patio de vecinos».

Pero matiza en una entrevista con Efe que «la mayor parte de las veces es imposible saber si esas historias son verdad o no», y eso pese a que existen observatorios en universidades y en internet.

Como quien colecciona cromos, él las atesoró durante años y fruto de esta afición surgió la que considera una «recopilación exhaustiva» de leyendas urbanas, que clasifica en trece capítulos.

Arranca con «Crímenes de leyenda», le sigue «El enemigo extranjero», «Lo sobrenatural», «Conspiraciones y versiones no oficiales», «La cosa de la muerte», «Nuestros amigos los animales», «La loca academia», «La salud es lo primero», «Comer, beber», «El precio de la fama», «La magia del cine», «Errar es humano» y termina con «Monstruos y rarezas».

Las leyendas urbanas tienen en común que son «historias escritas por muchas manos», ya que «cuando uno construye una buena historia, siempre hay otro que se siente obligado a rellenar los huecos y son, al final, casi perfectas»; además, «no tienen derechos».

Circunstancia que las hace muy apetecibles para que sean usadas y plagiadas por escritores, incluidos los artífices de superventas como Dan Brown, o guionista de cine o series de televisión, comentó.

Esos profesionales suelen explotar el filón de las historias relacionadas con lo sobrenatural (fantasmas, apariciones) y de las conspiraciones y versiones no oficiales, en las que no es raro toparse con servicios secretos, masones, Iluminatis, el Grupo de Bilderberg, los Sabios de Sión, el Nuevo Orden Mundial o, ya en el vértice, los «reptoides», es decir, los extraterrestres.

Cualquiera de ellos o varios a la vez sirven para explicar en variopintas leyendas urbanas, por ejemplo, la muerte de Lady Di, los atentados del 11-S o del 11-M, el sida, el secreto de las pirámides de Egipto, México (Chichén Itzá, Teotihucán, Palenque), Perú (Machu Picchu) y Bolivia (Tihuanaco) o los círculos en campos de maíz.

«La leyenda urbana casi siempre se pone en el peor de los casos porque se fundamenta en el miedo», ya sea a lo desconocido o a lo diferente, al extranjero, explica Hijo, quien cita historias sobre enterrados vivos, secuestros para extirpar órganos o el devastador terremoto que provocarían los chinos si saltasen todos a la vez.

Luego hay otras que en vez de ser espontáneas son historias que alguien se inventa para perjudicar a una persona o una institución.

Que Bill Gates es el Anticristo, que la Coca-Cola sirve para desatascar cañerías o que Mc'Donalds o los restaurantes chinos usan carne de dudosa procedencia son algunos de los ejemplos que entran en esa categoría, según el profesor salmantino.

La fama también pasa factura en forma de bulos como la leyenda que cuenta que Walter Elias Disney, creador del ratón más famoso del mundo, fue congelado tras su muerte y que su cuerpo está debajo del juego de 'Piratas del Caribe' en Disneylandia.

Hay también quienes aseguran que Elvis Presley está vivo y cuentan múltiples avistamientos del legendario rockero, mientras que otros mantienen que Paul McCartney, por contra, está muerto y que fue sustituido por alguien idéntico a él.

Intentar lanzar una leyenda urbana está ahora, con internet, al alcance de cualquiera.

Las leyendas urbanas son, según Hijo, «un poco el reverso tenebroso de los chistes, tienen interés social, son historias que casi siempre incluyen un giro final sorprendente y tienen una estructura», y son infalibles para acaparar la atención social.

«Funcionan muy bien, puedes dejar a la gente bastante boquiabierta. Esa es una de las claves del éxito de estas historias.

Por eso, las leyendas urbanas viajan por donde tengan que viajar».

Así la famosa historia de «la chica de la curva» que da el alto a los automovilistas para advertirles del peligro y desaparecer inmediatamente se puede encontrar en multitud de pueblos.

Existen también «'frikis' de las leyendas urbanas que se dedican a lanzar mentiras, que están dispuestos hasta a ponerse un abrigo de pieles de su madre, hacerse fotos y hacerse pasar por el Yeti»

Y hay, subraya Hijo, «incluso quienes se lo llegan a creer».