Leo Nucci, el rey de los barítonos, llega al Teatro Real con el «Rigoletto» con el que triunfa en Zúrich

C.?W.

CULTURA

19 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Dentro de unos días se hablará del Rigoletto que Leo Nucci cantará en el Teatro Real madrileño (con Albelo y Ciofi) como uno de los acontecimientos más importantes de este último tramo de la temporada musical. Finalmente, el rey actual de los barítonos ofrecerá solo una única función, y fuera de abono, lo que previsiblemente hará aumentar aún más la expectación ante la presencia de uno de los últimos mitos vocales. Los habitantes de Zúrich tienen algo más de suerte. Nucci ha convertido al teatro de esta ciudad en una segunda morada. Estos días se le puede escuchar allí en varias funciones de Rigoletto , que alterna con otro de sus grandes papeles verdianos, Nabucco .

En esta última ópera comparte protagonismo con la soprano de origen gallego Ángeles Blancas, que ha logrado un gran éxito en el temible rol de Abigaille, el mismo que su madre, Ángeles Gulín, cantó como casi nadie, Callas quizá, y hoy ya solo la Guleghina. Se me olvidó preguntarle si él había actuado alguna vez con la soprano ourensana, imagino que sí; de ese modo, y gracias al milagro de su asombrosa longevidad vocal, habría llegado a compartir escenario con la madre y con la hija, igual que Plácido Domingo.

En la función dominical de este Rigoletto zuriqués sorprende -y no debería- la numerosa presencia de público joven: filas enteras de chavales que acuden a la ópera como si fuesen a ver la última de Hannah Montana. Hay parejas de novios, pandillas de amigas? nada raro teniendo en cuenta que en la muy civilizada y cosmopolita Zúrich hay ópera todos los días: están acostumbrados, probablemente es lo que han visto hacer a sus padres y abuelos.

Nucci 36 años después

Esta vez además han tenido suerte: la función ha sido estupenda, equilibrada en el reparto, con una puesta en escena de Defló que no traiciona el espíritu del compositor, a pesar de situar la acción en la época del propio Verdi: si se hacen con respeto, las transposiciones temporales no molestan a nadie. Hay hallazgos visuales de enorme impacto, como el granizo que cae durante la terrible tormenta del último acto y los personajes no aparecen caprichosamente desdibujados. Pero, por encima de todos los intérpretes (Elena Mosuc, Giuseppe Gipali; más que correctos), se eleva gigante la figura de Leo Nucci, maestro para el que su oficio no esconde ningún secreto.

A su edad podía fallarle la voz, pero ni por esas; suena tan lustrosa, plena de nobleza, intimidad y poder expresivo como en sus mejores años. Lo suyo es para quitarse el sombrero. Fue ovacionado hasta el delirio, y él, siempre sonriente y humilde, no se cansó de mostrar agradecimiento hacia el director (el gran Nello Santi), sus compañeros y la orquesta. Un gran señor, como Kraus, un artista de otro tiempo. Al final le recordé que hacía treinta años había cantado en A Coruña. «No, exactamente treinta y seis», me corrigió sin asomo de duda. Se acordaba perfectamente de su paso por la ciudad, con anécdotas incluidas sobre los títulos que interpretó aquí: Simon Boccanegra y Pagliacci . Qué tío.