El Pritzker premia a Peter Zumthor, arquitecto de factura casi artesana

CULTURA

Las termas de Vals, en Suiza, el Museo Kolumba y la capilla de San Benedicto, entre sus principales obras

13 abr 2009 . Actualizado a las 21:21 h.

Esta vez, el Pritzker no se salió por la tangente. El suizo Peter Zumthor encabezaba las quinielas -un 30% de los encuestados por la web especializada Arch Daily apostaba por él, seguido del estudio japonés Sanaa (Kazuyo Sejima + Ryue Nishizawa), Toyo Ito, Santiago Calatrava, Daniel Libeskind y César Pelli- y, al final, se ha llevado el premio. El equivalente al Nobel de la arquitectura vuelve al país helvético (los suizos Herzog y De Meuron lo ganaron en el 2001) y confirma que Centroeuropa es uno de los mayores viveros de talento arquitectónico.

Zumthor, nacido en Basilea en 1943, es hijo de un fabricante de muebles y maestro ebanista. Aunque rechazó integrarse en la empresa familiar -donde trabajó de aprendiz en su juventud- los conocimientos adquiridos en la escuela de diseño no hicieron sino aumentar su respeto por la artesanía. Tras ampliar estudios en el Pratt Institute de Nueva York, empezó a trabajar con la mente puesta en mixturar los conceptos artesanal y moderno. Así surgió su primera obra conocida, la capilla de San Benedicto, en una pequeña aldea del valle del Rin. Una actuación deliberadamente rústica con la que, al aportar una innovadora lectura del tradicional método constructivo local -fachada recubierta de gruesos tachones de madera-, se abrió camino hacia el reconocimiento internacional.

Según el jurado del Pritzker, «en las habilidosas manos de Zumthor, como en las de otros artesanos consumados, los materiales son usados en una manera en la que se celebran a sí mismos, sus cualidades únicas, todo al servicio de una arquitectura de permanencia». Entre esos materiales sobresale especialmente el hormigón, que el suizo ha elevado a cotas poéticas insospechadas. El ejemplo más certero son los baños termales de Graubünden, en Vals, Suiza. En la ladera del valle destaca un rotundo y elegante búnker perforado por aberturas cuadradas de diferentes proporciones; un edificio de plasticidad deslumbrante en cuyo interior se respira un ambiente casi litúrgico.

La comunión de sus edificios con la naturaleza es otra de las virtudes de Zumthor. «Tiene una gran habilidad para crear lugares que son mucho más que un simple edificio -expresa Lord Palumbo, presidente del jurado-. Su arquitectura expresa respeto por la primacía del lugar, el legado de la cultura local y las lecciones imposible de valorar de la historia de la arquitectura». Unos elogios que le han valido el medallón de bronce del Pritzker y la entrada en el Olimpo de su profesión.