Torres y castillos de Ourense y Lugo, hoy ?en ruinas, tuvieron su protagonismo histórico en distintas guerras
17 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.No existe aún proyecto, pero la Consellería de Cultura estudia la situación de varias fortalezas de la raia seca ourensana para conservar y mejorar este patrimonio que en su día constituyó una importante red de vigía y control de paso desde la frontera con Portugal, sobre todo durante los intentos de invasión de Alfonso Henríquez. De muchas apenas quedan ruinas o la torre del homenaje en pie y el trabajo puede ser arduo antes de conseguir un plan director, ya que en algunos casos hay conflictos de titularidad, en otros es difícil poner a todos los propietarios de acuerdo y en casi todas se necesitarán importantes inversiones, pues cualquier actuación requiere de sondeos arqueológicos previos. Problemas similares ocurren también en los castillos, hoy apenas torres, que custodiaban la entrada a Galicia por el Bierzo, ruinas que, no obstante, siguen mereciendo la foto turística.
En Ourense, tres de esas torres, las de Sandiás, A Forxa (Porqueira) y A Pena, en la laguna de Antela, son propiedad del Estado, por lo que su disponibilidad para recuperarlas es mayor, mientras que la de Viana do Bolo pertenece a la familia Pimentel, de Benavente, según fuentes de la Dirección Xeral de Patrimonio, que confirma que la de Cartelle es de propiedad vecinal. Pero en el recorrido desde Portugal por la Baixa Limia, A Limia y Ribeira Sacra, muchas otras torres exhiben su monumentalidad, aunque de la mayoría de conjuntos solo perviven restos (protegidos por un decreto genérico de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico), una vez que las revueltas Irmandiñas echaron abajo su esplendor. Las torres, bajo la vegetación o sin información alguna al paso, pasan así desapercibidas a los ojos del turista. Algunas incluso tuvieron un otoñal protagonismo frente a las tropas napoleónicas en Galicia y la Guerra de la Independencia. Es el caso de Doncos en Lugo, sin recuperar, y Castro Caldelas, sí restaurado, donde se guarecían las tropas del general Marchand, que mandó incendiar la torre tras ser atacado. Cultura sigue abierta a convenios individuales con los concellos para las tareas de limpieza y señalización.