La barcelonesa Nuria Amat, tras seis años sin sacar obras al mercado, publica una novela y un poemario

Irene Dalmases

CULTURA

20 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Después de seis años sin publicar, la barcelonesa Nuria Amat vuelve a las librerías con la novela Deja que la vida llueva y el poemario Poemas impuros, donde sin pudor pone «pensamiento» a los hechos de la existencia, sintiendo que la escritura es una enfermedad y como «subir al Everest». Tocada por una gripe intestinal que desde el lunes por la mañana le impide probar bocado, afrontó la escritora una jornada de entrevistas sobre sus dos últimos libros, editados por Lumen y Bruguera, respectivamente, aseverando que, a su edad, una de las cosas que más le gustarían es que la leyeran sin tener que «promocionar» sus obras.

Esta bisnieta del fundador de la Enciclopedia Espasa, hija y hermana de pintores, explicó que lo que cuenta en Deja que la vida llueva -retazos de la biografía de una mujer marcada por la temprana muerte de su madre- lo llevaba dentro desde hace años, mientras que el centenar de poemas impuros que presenta ahora fueron surgiendo en paralelo al relato.

Como es habitual en Amat, una niña tartamuda que aprendió a hablar ya de mayor, los juegos de palabras están al servicio de contar cómo es la vida. «La aventura de escribir -prosigue- consiste en buscar palabras que expliquen emociones, momentos y verdades. Trascender las anécdotas que nos ocurren a todos cada día», apostilla. Cuando se le pide una reflexión sobre el oficio, esta «Frida Kahlo de la narrativa española», en palabras de su editora y amiga Ana María Moix, indica que su forma de comunicarse con el mundo ha sido siempre la escritura y agrega que es la escritura lo que mejor «permite ir al fondo del pensamiento y la intimidad».

Respecto a la diferencia entre hilvanar poemas o un argumento narrativo, Nuria Amat reconoce que incluso en la forma es diferente, puesto que los poemas suele escribirlos a mano, mientras que las novelas van surgiendo mientras pulsa las teclas de su ordenador. El centenar de piezas que presenta en Poemas impuros son en algunos casos breves como un haiku japonés, y en otros, extensos, y abordan desde el amor y el desamor hasta el paso del tiempo. «Yo estoy más en los poemas que en la novela, aunque sea esta la que puede parecer autobiográfica», revela la autora.