«La escritura que no es libre ni sirve para nada ni tiene futuro»

CULTURA

Premio Nacional de Poesía y residente en Ferrol, publica ahora su primera colección de relatos, un libro que lleva por título «Luz sobre un friso»

19 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Julia Uceda, que nació en Sevilla pero vive ahora en el ferrolano valle de Serantes, muy cerca de donde nació Gonzalo Torrente Ballester y donde los marineros dicen que las plegarias cambian la dirección del viento, ejerció la docencia universitaria tanto en Estados Unidos como en Irlanda. Quiere decir uno, con esto, que quizás en su obra -en esa escritura suya caracterizada siempre por la máxima exigencia y por el empeño en desvelar lo que el alma no deja entrever fácilmente- tenga bastante mayor presencia de lo que a menudo se cree, esa visión del mundo que nace del convencimiento de que los océanos no siempre separan, sino que con cierta frecuencia también sirven de puente. Su nuevo libro sale a la luz de la mano de la editorial Menoscuarto en la colección Reloj de Arena, que dirige Fernando Valls.

-Es sorprendente, su libro de relatos. Cuando el lector se acerca a la narrativa de los mejores poetas siempre alberga un cierto temor a no encontrar entre esas páginas nuevas al autor de los versos. Pero en este caso eso no sucede así, aquí eso no es cierto...

-Creo que es la misma persona, en este caso, la que que escribió los poemas y la que escribe estos cuentos. Aunque yo no puedo ver objetivamente ni mis poemas ni mis relatos, sí puedo decir que la poesía no es únicamente el verso, sino una forma de mirar la realidad, sea esa realidad cual sea. Cuando leo estos cuentos ahora, me parecen escritos por otra persona que no soy yo. Pero los entiendo hasta el final. Veo a las personas que están en ellos, que en casi todos los casos son personas reales que conocí o de las que me hablaron, porque el mundo en el que se mueven también lo conozco profundamente. Así, veo a los personajes, y veo el ambiente, con comprensión, con simpatía, también con distancia... ¡pero con pena!

-¿Encontró en la narrativa algo de lo que en la poesía no hallaba?

-No lo sé. Pero estos cuentos nacieron muy lentamente. Los fui madurando. Permití, una vez escritos, que ellos mismos hablasen, contándome cosas que no sabía o que no entendía... Fue un proceso muy complejo. Muestran la realidad de una Andalucía, o de una Sevilla, que era una sociedad que yo no aceptaba de ninguna manera. Un tiempo, aquel, el que fue desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX, que quedó grabado en mi mente, tanto por lo que me contaban como por lo que llegué a ver de él. Aquello era agobiante, inaceptable. Y estos cuentos son el fruto de una deuda que yo tenía con el pasado. No creo que escriba más narrativa, pero este libro era la única forma que yo tenía de contar todo aquello de lo que huí. Yo no podía haberlo expresado de ninguna otra manera.

-¿Comparte usted la afirmación de que la poesía no es exactamente literatura, en la medida en la que no se alimenta de la ficción, sino de una forma más honda de la verdad?

-Lo que yo creo es que lo que ahora entendemos por literatura, no lo es. Es otra cosa. Y creo, al mismo tiempo, que no se puede decir que Miguel de Góngora no es literatura, ni que Cervantes no es literatura, o que Antonio Machado tampoco es literatura... Pero lo que se llama literatura ahora, o a lo que se le llama cultura, es algo simplemente comercial y mercantilizado. Y además, en la mayoría de los casos, desvinculado de la realidad y del compromiso que el intelectual debería tener con el momento en el que vive. Yo me pregunto cuántos intelectuales, en el sentido puro de la palabra, hay actualmente en España. ¿A quién podemos comparar hoy aquí con lo que fueron Antonio Machado o Albert Camus o Imre Kertzes o Marguerite Duras? Para mí, ser intelectual es también un estado de conciencia.

-¿Pero el creador ha de ser necesariamente un intelectual?

-No, indudablemente no, si nosotros entendemos por intelectual a una persona de cultura superior a la media. Porque también hay una intuición popular de lo que pueda ser la verdad. Como la hay del sufrimiento. Pero lo que yo quiero decir es que el escritor mercantilizado no es un hombre libre. Y la escritura que no es libre ni sirve para nada... ni tiene futuro.