Una película centrada en niños soldados desata la polémica en la Berlinale

Efe

CULTURA

La historia de una niña de diez años a la que su padre entrega al Movimiento de Liberación de Eritrea centró la atención de la jornada.

14 feb 2008 . Actualizado a las 20:51 h.

La película alemana «Feuerherz», centrada en una niña soldado de Eritrea y envuelta en la polémica sobre la veracidad de lo que se cuenta, centró la jornada de una Berlinale que entra en la recta final algo saturada de dramas infantiles.

La historia de una niña de diez años a la que su padre entrega al Movimiento de Liberación de Eritrea compartió jornada con el drama de una mujer, Kristin Scott Thomas, que pasó 15 años en la cárcel por el asesinato de su hijo y el film israelí «Restless», sobre una tormentosa relación paterno-filial entre Manhattan y Oriente Medio.

El director de la Berlinale, Dieter Kosslick, había anunciado que el destino de los niños soldados y otros dramas de la infancia o sus secuelas serían tema preferente de esta Berlinale. Así fue.

El festival llegó a su penúltima jornada con cierta sobredosis de secuestros infantiles, pederastia, padres que no quieren o no saben querer a sus hijos y, ahora, niños soldado. Un tema demasiado serio como para lanzarse con verdades a medias o mediocridades.

«Feuerherz» -«Heart of fire»-, dirigida por Luigi Falorni, está basada en el best-seller autobiográfico del mismo título de Senait Mehari, una eritrea-alemana que sostiene haber sufrido ese destino.

El personaje del film es una niña, en los 80, que pasa de la seguridad de una escuela de misioneras en Asmara a un campo de entrenamiento del movimiento de liberación.

Sus dedos de niña no son capaces de recargar siquiera de munición las pesadas armas que se le entregan, pero ella se entrega a ello con pasión, decidida a ser como la jefa del grupo, Ma'azaa.

La niña a la que un padre prácticamente desconocido entregó a los soldados, acaba cruzando el desierto de Eritrea en dirección a Sudán, con el mismo vestido rosa con que dejó la escuela de la Misión.

«Es un tema tabú en Eritrea, pero es cierto: el movimiento de liberación empleó a niños soldados, está documentado», explicó Falorni, defendiendo la veracidad de lo que cuenta y distanciándose, como viene haciendo desde hace semanas, de las presuntas falsedades del libro, con el argumento de que lo tomó de base, nada más.

Mientras Falorni sostenía esto en la conferencia de prensa, ante el Berlinale Palast Abraham Mehrteab, portavoz de la escuela Tseba, repartía octavillas contra el film y el libro.

«Fui a la misma escuela que la autora y sé que la historia es falsa. Miente en todo, es una historia de las Mil y Una Noches para vender el libro. Eritrea no es Sierra Leona. Ahí no hubo niños soldado de diez años, menos en los 80», explicó a EFE Mehrteab.

Contra Mehari hay varias denuncias aún en curso, pero de momento la Justicia berlinesa le ha impuesto una multa de 9.000 euros.

Que Mehari mienta o no es materia de la Justicia. La veracidad de la existencia de niños soldados en esa época y en ese país sí es más problemático para Falorni. Como lo es asimismo el resultado del film.

Verdad o mentira en lo que respecta a la historia de Mehari, lo cierto es que cinematográficamente el film tampoco funciona.

Falorni, co-director con Byambasuren Davaa del documental «La historia del camello que llora», recurre a la frialdad, sin cargar tintas. La apuesta por el desapasionamiento es de agradecer, pero el resultado es que sus niños soldados parecen estar participando más en unas colonias de vacaciones que en una guerra.

La Berlinale recibió con frialdad a la segunda producción alemana a competición, tras «Kirschblüten» de Doris Dörrie.

Kristin Scott Thomas sí logró conmover con «Il y a longtemps que je t'aime», una película de Philippe Claudel, donde borda el papel de una mujer acabada de salir de la cárcel que nunca contó a nadie por qué mató a su hijo de seis años.

Scott Thomas soporta todo el peso de la película, de desarrollo intenso e impecable en todo momento, menos cuando llega la hora de revelar al espectador el secreto de la infanticida. Ni siquiera el talento de la protagonista logra salvar el film del hundimiento.

«Restless», de Amos Kollek, jugó la baza del desengaño israelí desde una doble perspectiva.

Por un lado, la de un judío de Manhattan, predicador ácrata y poeta de club nocturno, que fascina a su auditorio con recitales que oscilan de lo patriótico al antisemitimso. Por el otro, su hijo, un francotirador del ejército israelí al que sus superiores apartan del servicio porque consideran que entró en crisis.