La coruñesa María Menéndez-Ponte recibe el premio Cervantes Chico

CULTURA

17 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Superar los 100.000 ejemplares vendidos de una novela dirigida a un público a priori tan delicado como el juvenil es algo de lo que pocos autores españoles pueden presumir. Es el caso, sin embargo, de la coruñesa María Menéndez-Ponte, que con su novela Nunca seré tu héroe llegó a ser Libro de Oro. Ahora le llega un nuevo reconocimiento. En esta ocasión parte del Ayuntamiento de Alcalá de Henares y de la Asociación de Libreros y Papeleros Complutenses, en forma de escribanía tallada en plata. Es el Cervantes Chico, un premio que pretende destacar la labor de los escritores de un género considerado minoritario: la literatura infantil y juvenil.

Menéndez-Ponte, autora de libros de texto, divulgativos y un sinfín de novelas y cuentos como Maldita adolescente o Yo digo amor, tú dices sexo, se muestra agradecida por el galardón: «La del escritor es una labor muy solitaria, así que cualquier reconocimiento público sorprende y agrada a partes iguales». El Cervantes Chico, que se entrega este viernes en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, llega así a su undécima edición, habiendo sido premiados en las anteriores autores como Gloria Fuertes, Elvira Lindo o Joan Manuel Gisbert.

La galardonada es la responsable de que se convierta en superventas un libro para adolescentes, cuando se supone que los jóvenes no leen: «Eso es lo que me decían, pero ahora hay colegios en los que me reciben como a David Bisbal. Los adolescentes son así, muy pasionales, así que o pasan de ti o te adoran». Así que no es que se lea poco, sino que no todos los libros despiertan la curiosidad de los jóvenes. La clave para que un libro llegue a cuajar entre tan complicado público es, según la escritora, «meterse en su piel, hablarles de lo que les interesa. Si tocas sus problemas, tienes a un montón de lectores apasionados que llegan a creerse tanto a los personajes que he recibido cartas dirigidas a alguno de ellos».

También destaca otro mandamiento: no adoctrinar. «Huyo constantemente de cargar mis novelas con enseñanzas y moralejas. Si partes de la premisa de escribir para que el lector aprenda algo, vas por mal camino. Si el autor tiene valores, estos terminarán transmitiéndose a lo largo del texto, pero no debe ser el objetivo para contar la historia».