Si la sección de libros de El Corte Inglés puede tomarse como un barómetro de por dónde van los tiros en las preferencias del lector, no hay discusión posible respecto a que la novela histórica (o seudohistórica, como matizan muchos) es la auténtica estrella. «Aquí -constata un portavoz del centro comercial-, tenemos cuatro muebles para la novela histórica, porque la mayoría de los títulos están agrupados por editoriales. Si tuviéramos que unir todos los libros de esa temática, nos ocuparía la mitad de lo que dedicamos a ficción».
Más que un bum, el fenómeno es una explosión nuclear que ha afectado a todo el proceso literario hasta el punto que la producción editorial que surte las librerías viene ya reventada de títulos y portadas que evocan misterios pretéritos, en buena parte con ganchos religiosos. «Es que es muy polémico escribir sobre la religión-cuenta un veterano vendedor del centro-. Se le añade algún enigma y un poco de contenido histórico y ya está. Pero yo no diría que eso sea una novela histórica».
El estallido de esta fiebre está localizado en El Código da Vinci, el celebérrimo título de Dan Brown, tras el que han hecho fortuna autores españoles y extranjeros apoyados en la fórmula emigma-historia-religión.
La catedral del mar, de Ildefonso Falcones, es otro de los fenómenos más conocidos. Sin embargo, el éxito de la novela con temática histórica ¿puede relacionarse con un auténtico interés renovado por la historia? «Yo no diría que estemos ante un fenómeno nuevo -razona Juan Gómez Jurado, autor de El espía de Dios-, sino ante un género con público. Hay que pensar en El nombre de la rosa o en Los pilares de la Tierra. Lo que sí es cierto es que se han incorporado lectores nuevos a través de fenómenos como Harry Potter que facilitan un auge del género. Pero, por ejemplo, Los pilares de la Tierra tiene los mismos elementos literarios que ya utilizaba Walter Scott en el siglo XVII cuando escribió Ivanhoe».
Gómez Jurado ha vendido ya seiscientos mil volúmenes de su primera novela, una historia de intrigas vaticanas escrita desde su domicilio compostelano: «En mi caso me llevó tres años documentarme para escribir esta novela. Y estoy seguro de que eso es algo que el lector detecta. Hay quien escribe una novela en dos meses y así sale».