Algo más que nieve

Redacción digital

CULTURA

Las pistas de Manzaneda

La única estación de montaña gallega inicia otra temporada de pelea contra sus propias condiciones climáticas Manzaneda acaba de abrir sus pistas.

13 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

El mercurio coquetea con la marca del cero. El frío desencadena una secuencia que conduce directamente desde las primeras nevadas a los deportes de invierno. El acueducto de la Constitución proporciona la coartada perfecta. Los aficionados gallegos desempolvan botas, esquís y ropaje de abrigo. Los curiosos, que son legión, se pertrechan con lo que tienen a mano y se lanzan a la aventura. Unos y otros parten en busca del elemento estrella del tiempo invernal: la nieve. No hace falta devanarse los sesos para dar con la referencia más cercana: Cabeza de Manzaneda, la hermana pequeña de la cordillera cantábrica, la única estación de montaña de Galicia. Hay dos jornadas marcadas en rojo en el calendario, así que no es extraño que las incursiones iniciales en las pistas guarden un sorprendente parecido con las romerías estivales que coronan otras míticas cumbres, como la de Santa Tecla. Con una cota de 1.500 metros y una altura máxima de 1.778, la ubicación relativamente baja de Manzaneda es una moneda de dos caras. La cruz fuerza a la estación a una pelea constante por mantener la capa decente de nieve que requieren el esquí y el snowboard. La cara facilita un acceso sencillo en automóvil a través de una carretera claramente mejorable que, sin embargo, rara vez se ve inhabilitada por el exceso de hielo en el asfalto. Gracias a esta suave comunicación, el lugar firma su primer llenazo de la temporada. «Cuando inauguramos el nuevo telesilla, aquel domingo llegaron a pasar por aquí diez mil personas», apunta Gustavo Macía Estévez, responsable de atención al cliente del complejo de montaña. Macía, que conoce el oficio, confirma la impresión que la estación destila a primera vista: «Las nuestras son unas instalaciones magníficas para la iniciación en el mundo de los deportes de invierno, vienen muchas familias con sus niños además de los aficionados al esquí». El colorido de visitantes de varias generaciones agolpadas ante el telesilla Manzaneda, capaz de remontar a dos mil usuarios cada hora hasta las alturas de Xeixo y Fontefría, ratifica su apreciación. Mucho neófito Dado el carácter netamente neófito de mucho del personal que aguarda su turno para ascender a los cielos, no están de más ciertas recomendaciones, surgidas de lo sufrido en propia carne, para los novatos. Antes de nada, conviene tener en cuenta que la nieve, como el mar, azuza el apetito. Un buen desayuno a base de productos del país, bica, queso, membrillo, requesón y miel, resulta perfecto para lo que queda por delante. El que sirven en A Casa Grande de Trives, un pazo urbano reconvertido en establecimiento de turismo rural, en cuyo suelo de madera de castaño resuenan tres siglos de pisadas, es de lo más recomendable. Si la escala no es posible, la cafetería de la estación despacha café y bollería. Con la tripa llena y el espíritu alerta, llega el momento de adquirir un forfait, la autorización que, previo pago de 20 euros, 13 para los chavales menores de doce años, permite utilizar los remontes mecánicos durante todo el día. Nuevo telesilla El telesilla Manzaneda es una de las novedades. A diferencia del modelo al que sucedió, cada una de sus butacas guarda espacio para seis ocupantes. Y, lo más importante, reduce a siete minutos el trayecto hasta la cabecera de las pistas. La cuestión para nada es baladí, porque el frío es intenso y arrasa con todo. Atención especial a las orejas, extrañamente sensibles a la ventolera, cuya protección pide a gritos un gorro en condiciones. Parece mentira, pero los gatillazos en cuanto a vestuario son moneda corriente aquí arriba. «Non é nada raro ver mulleres con zapatos de tacón e saias, e homes con zapatos de domingo», comenta risueña sobre el terreno Manuela Otero Calvo, responsable de actividades de la estación. Esto último podría ser un gracejo, pero la aparición de seis respetables veteranos deshace cualquier atisbo de retranca. Difícil imaginar calzado menos apropiado para la ocasión. «Vimos da Lama, de excursión, cincuenta nun autocar», explica Gregorio, el único varón de la avanzadilla. Ana, Alicia, Tilda, otra Ana y Mercedes no paran de reír. «Tiñamos curiosidade e subimos a ver que tal», añade una de las mujeres, a la que da réplica inmediata una compañera: «Todo moi ben, quitando o da barra deste telesilla. ¿Pero vostede sabe o que é subir sete minutos cun ferro frío entre as pernas?». Así, con carcajada general, se despide la gente de A Lama, que se encarama de nuevo al remonte, esta vez para descender. Lo suyo ha sido un visto y no visto. Sólo se han acercado a Cabeza de Manzaneda para tocar la nieve, catar el telesilla y retornar a Pobra de Trives, donde rematarán su hazaña con un cocido. Nieve en familia Marcos Castro es bateeiro, de O Grove. Él también ha subido a Manzaneda, con su mujer, Pili, y sus dos chavales, Anxo Gabriel, de quince años, y Catarina, de siete. La familia se estrena sobre los esquís. «Vimos probar, a ver como se nos da isto da neve», asegura. Sendos equipos completos, alquilados en la misma estación, dan fe de que la intentona va en serio. Un monitor les acompaña. «Para os nenos o mellor é empezar aos cinco anos, cando xa teñen destreza e fortaleza», explica el curtido docente. Convenientemente guiados, prosigue el hombre, «son precisas quince horas de aprendizaxe para comezar a moverse con xeito, e dúas horas como mínimo para facer algo nunha pista verde». En dificultad creciente, un código de colores divide las pistas entre verdes, azules y rojas. El negro, el extremo, no existe en Manzaneda, aunque el descenso de Os Corzos, de 1,10 kilómetros, se las trae. Una hora de clase cuesta 25 euros. Ahora bien, en este aspecto el gallego es atrevido, y no le hace ascos al andar por libre y a su aire. «Hai moita xente ?revela Manuela? que sin ter nin idea aluga o seu equipo e se lanza, así, sin monitor nin nada, á brava». La osadía se paga, en este campo, con muchas magulladuras y algunos esguinces. En el de la vestimenta, con toses y resfriados. De ahí una última advertencia: los asientos del telesilla están permanentemente mojados. Un vaquero o unos pantalones de pana pueden ser los peores enemigos del montañero bisoño. Palabra.