Viaje al pasado en un videoclub de A Coruña: «Vengo todas las semanas y me dejo asesorar»

VIVIR A CORUÑA

Atlántico Vídeo, está en Francisco Catoira, una perpendicular de la ronda de Outeiro
Atlántico Vídeo, está en Francisco Catoira, una perpendicular de la ronda de Outeiro

En la ciudad aún existen locales donde alquilar películas que no llegan a las salas de cine y que pasan inadvertidas por las plataformas. Los clientes son románticos que siguen creyendo en el poder del soporte físico

18 abr 2024 . Actualizado a las 13:16 h.

Suena Vicco. Noche ochentera, toda la noche entera. Hay una cola que tela, pero, ven con quien quieras. La canción más radiada del Benidorm Fest habla de una noche de fiesta en 1980, cuando la catalana que canta, de 28 años, no era ni un proyecto de cigoto. El glitter, el mojito de menta y lo de bailar una lenta se cuelan en un local que muchos jóvenes solo han visto, paradójicamente, en las películas: un videoclub. Pasan las doce del mediodía de un viernes y en el número 18 de la calle Francisco Catoira —una perpendicular de la ronda de Outeiro— se vive en otro plano temporal.

Hace treinta años serían bastantes los coruñeses que se agolparían frente a las estanterías de Atlántico Vídeo para elegir el filme del fin de semana. Hoy solo está Pilar husmeando, que se deja recomendar por Marina. Y un sinfín de títulos que pasan desapercibidos en la gran pantalla y en las plataformas, pero que un cinéfilo tiene a su alcance aquí por 1,50 euros

«Vinieron muchos dramas esta semana», comenta la actual responsable de un negocio que abrió en 1985 y que sigue recibiendo a diario películas de todas las temáticas. No quiere contar mucho, dice que no le gustan las entrevistas, pero mira con atención a Pilar cuando cuenta que es una de esas poquísimas personas que sigue alquilando películas. Lo hace ya más como un gesto romántico, es consciente, pero seguirá así porque confía en la asesoría de Marina, y porque de este modo continúa teniendo un trato cercano con tenderos y gente del barrio que, explica, se está perdiendo.

 

En esta ocasión se ha llevado Goliath y El Gato con botas. Una tiene que devolverla el sábado y la otra el lunes. La manera de operar de los videoclubes no es apta para este mundo frenético en el que no sabes dónde vas a estar en dos horas. Pide organización y rectitud, y solo los más nostálgicos —o los más cinéfilos— están dispuestos a pasar por el aro. Nostálgicos que, por descontado, tienen que disponer de un reproductor de deuvedé o consola que permita una sesión de Netflix and chill a la antigua usanza. 

Pilar se va para casa con un drama francés estrenada el pasado año y un blockbuster infantil. Sendas películas representan buena parte de la cartera —que se cuenta por miles— de títulos que hay en Atlántico Vídeo. El paseo por el videoclub es un auténtico regreso al futuro. Hay taquillazos de acción de los noventa, muchísimo film de adolescentes de los 2000 y un abanico amplísimo de cine español que, al grueso de los mortales, ni les suena. Pero llama la atención la abundancia de títulos de sello independiente europeo y la cantidad de películas para niños que uno puede encontrarse en este local. Sobre todo porque para la mayoría de padres de treinta y tantos un videoclub es tan actual como un discman, un sello o una cabina de teléfono. 

Para quienes se lo estén preguntando, la respuesta es sí. En el último pasillo uno se topa de bruces con lo sórdido y lo vulgar. El cine X sigue teniendo su espacio en este videoclub en la era de Internet, con decenas carátulas que invitan a pasar una noche ochentera con títulos que hoy cruzarían todas las líneas rojas.