La tienda de zapatos de A Coruña donde Picasso hizo su debut como pintor

Han pasado casi 128 años. Tiempo suficiente para que la sociedad, a bofetones, haya mutado en lo que es hoy en día. En febrero de 1895, un niño de 13 años con dotes de artista exponía sus dibujos en la céntrica calle Real de A Coruña, en lo que entonces era una tienda de muebles y que ahora es un gigante del calzado donde la influencer Dulceida luce palmito con sus colaboraciones. 

Fue en el número 20 de una de las vías más transitadas de la ciudad donde empezó su andadura como genio y figura Pablo Picasso, que de mozo firmaba como P. Ruiz. Tenía trece años y llevaba cuatro bebiendo los vientos del norte, debido a que su padre había conseguido plaza como profesor en la Escuela Provincial de Bellas Artes de A Coruña. La que ahora es zapatería expuso por primera vez obras de este joven, que recibió excelentes críticas de la prensa del momento. La Voz de Galicia dijo entonces del pintor que, de continuar con su destreza, llegaría a «alcanzar días de gloria y un porvenir brillante».

Aunque la ciudad herculina se ha encargado en los últimos años de ensalzar la tarea pictórica del malagueño en su paso por A Coruña, lo cierto es que, hasta hace no demasiado tiempo, pocos estudiosos recalaron en esta etapa. «Galicia fue más que una imagen difusa en su vida y en su obra», expuso el historiador y crítico de arte, Antón Castro Fernández, en su artículo El Picasso coruñés como inicio inexcusable y referencia de su proyecto revolucionario. Se refiere el experto a que este período dejó una impronta indudable en el pintor del Guernica, tal como desarrolla en su análisis. La niña de los pies descalzos, probablemente el cuadro del malagueño más conocido de su paso por A Coruña, y que pertenece al Museo Picasso de París, o algunos de los retratos a mendigos de la ciudad (que, no olvidemos, reprodujo con 13 años) le acompañaron a lo largo de su vida. Además, según comentó John Richardson, uno de sus biógrafos, para el pintor algunos cuadros de su etapa coruñesa consideraba que tenían más valor que obras de sus períodos azul y rosa, las más reputadas en el mercado del arte.

Picasso se hizo artista en A Coruña. Sin embargo, una vez preparó las maletas junto a su familia para mudarse a Barcelona, jamás volvió. Aunque corta, su estancia en Galicia fue intensa y convulsa, al afrontar el paso a la adolescencia marcado por la muerte de su hermana Conchita. Quizás eso fomentó que la postal que guardó en su mente de esta urbe se acompañase de una innegable carga emocional, pues de A Coruña hablaba con extremo cariño.

Como recoge el estudio de Castro Fernández, al escritor y dibujante Luis Seoane le contó en París que, pese a visitar constantemente el calabozo del instituto Eusebio da Guarda, donde estudió, en estas tierras aprendió más que en ningún otro sitio a dibujar, y le enumeró los lugares que mejores recuerdos le traían, entre los que no faltó la Ciudad Vieja, Riazor y la torre de Hércules, faro que también pintó en una minúscula tablilla y que tanto él como su padre llamaban «la torre de caramelo».

Picasso para ofendiditos

Luís Pousa

Este óleo, junto a obras como Perfil de mujer gallega o Playa del Orzán, formaron parte de la primera exposición de Picasso en la calle Real. Esta arteria comercial no solo fue importante para el malagueño por descubrir su personalidad como artista, pues parte de su pulsión se desarrolló durante su etapa en A Coruña en el número 92. Allí, Gumersindo Pardo, pintor y uno de los mejores amigos de Antonio Picasso, el cabeza de familia, tenía una farmacia (en la actualidad este local también lo ocupa una botica), y Pablo compartía con él sus creaciones para mejorar la técnica de, entre otras piezas, La niña de los pies descalzos.

La Ciudad Vieja, el nuevo núcleo duro del ocio de A Coruña

Laura G. del Valle

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