Pepe Freire Vázquez: «Mi mujer es rusa, pero borda las parrochitas»

SADA

CESAR QUIAN

El dueño del restaurante Pepecho de Sada ha incorporado el local del antiguo Manel

19 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Charlamos a las seis de la tarde en la terraza de su local. José Freire Vázquez, Pepe para todos, hace unos minutos que acabó de comer. «Hay días que como un poco antes, pero los fines de semana y cuando hay mucha gente no lo hago antes de las seis. Y ya no ceno», asegura. Tiene 61 años y está delgado gracias a su particular dieta. «A lo que hay que unir patear de un lado para otro durante 16 horas. Desde la mañana hasta la noche no paro. A primera hora me tomo un café. Con la comida un vasito de vino. Y, si cuadra, cuando terminamos el servicio de noche me sirvo un gin tonic», comenta el propietario de uno de los restaurantes más concurridos y con una de las terrazas más solicitadas en toda la comarca, el Pepecho de Sada. Pepe lo regenta desde hace cinco años y el hombre que da nombre al local va todos los días a tomar café. «Es una gran persona», resume el actual responsable. Cuando se jubiló Pepecho, Pepe y Nadia, su mujer, decidieron tomar el relevo. Era un bar modesto con unas pocas y deliciosas sugerencias. Pulpo, mejillones, empanada y alguna cosa más. «Me gustaba el sitio y por eso fui a por él. Nuestra idea inicial era trabajar los dos solos, pero poco a poco fuimos arreglando el bajo y hace unos meses cogimos el de al lado, donde estaba Manel. Ahora somos 10 personas», destaca Pepe, que toda su vida, desde los 18 años, trabajó de camarero. «Y sigo siéndolo, pero con negocio propio», afirma.

En el viejo Manel

Me enseña la imponente cocina que Manel había reformada poco antes de fallecer. «Trabajé doce años con él. Fue el mejor jefe que tuve. Siempre estaba de buen humor y veía hasta una mínima mancha en un cristal. Aprendí a ver la importancia de dar un buen servicio. Los camareros que tengo son muy buenos y formamos una familia. No es una relación de jefe y empleado», reflexiona. Manel también fue importante en su vida porque trabajando aquí conoció a su actual mujer, que es la cocinera del Pepecho y de origen ruso. «Es cierto, y ella es el alma del negocio. Si me falla no tengo restaurante. Siempre trabajó de camarera pero aprendió a preparar los platos tradicionales de Galicia y le salen perfectos. Mucha gente me lo comenta ¿cómo siendo rusa le sale tan bien todo? Mi mujer es rusa, pero borda las parrochitas», presume Pepe, que trabajó con ella en la Casa Gallega de Palma antes de regresar a Sada para iniciar el proyecto actual.

Siempre calamares

La terraza está casi siempre llena a todas horas y también los distintos espacios del interior. «El secreto es ofrecer calidad y abundancia a buen precio y con un servicio eficaz. A la gente le gusta, prefieren picar algo rico que les sale bien de precio, entre 15 y 20 euros por cabeza en función de la bebida. Piden mucho parrochas y sardinas, que hay días que despachamos 30 kilos. También el rabo estofado, el pulpo y sobre todo los calamares. Todas las mesas piden calamares», destaca. Es un hombre serio que trata a todo el mundo de usted. «Es la educación que tuve siempre y me cuesta tutear a un cliente aunque lo conozca mucho o sean personas jóvenes. Puedo parecer serio, y en el trabajo lo soy, pero una vez que tengo confianza, ya no tanto». Dice que el cliente siempre tiene razón. «Para mí sí, aunque no la tenga. Siempre quiero dar el mejor servicio sea como sea y que no salga la comida a tiempo es lo que más me cabrea», reconoce. Tiene dos hijos de 40 y 39 años que no se dedican a la hostelería. Antes solía correr pero ahora camina. Le gusta cuidar el huerto en su casa de Oza-Cesuras, donde pasó el confinamiento. Es natural de Vilasantar, pero lleva toda la vida en Sada. Lo que más les gusta comer es un buen chuletón o churrasco. Dice que el coronavirus le benefició al disponer de una terraza muy grande. «Tenemos las mismas mesas pero con más espacio entre unas y otras. Creí que iba a ser peor», reconoce este seguidor del Deportivo que tiene poco tiempo para ver fútbol. «No sufro porque no lo veo», apunta. Da un último consejo: «La limpieza es fundamental. Todos los días le cambio el aceite a las freidoras».