Curricán (Sada): Actualizar una cocina de raíces con protagonismo del mar

Tamara Rivas Núñez
Tamara Rivas A CORUÑA

PARA COMER

Los arroces secos de lubina o picaña de angus son la estrella de una carta en la que no faltan propuestas clásicas como las croquetas o las cocochas de bacalao al pilpil

12 nov 2022 . Actualizado a las 09:35 h.

Está a los pies del mar y es precisamente de ahí de donde sale gran parte de los productos que dan vida a la carta de Curricán. Con ellos elaboran una serie de propuestas que tienen muy en cuenta las raíces, pero a las que se les añaden toques propios buscando una sutil actualización que los distinga. Un ejemplo de este estilo de cocina es el calamar, que se sirve con parmentier de pimiento del piquillo y patatas. El comensal puede identificar a la perfección el plato con el cefalópodo frito de toda la vida, pero gracias a unos puntos de mayonesa de alga códium y el acompañamiento se logran unos contrastes con los que sorprender al paladar. Con las zamburiñas pasa algo similar. Aunque se preparan a la plancha se acompañan de una emulsión de ajada y caviar de erizo, que le da un toque moderno sin caer en los excesos.

Los arroces son una de sus grandes apuestas. Lo tienen de lubina salvaje y también de picaña de angus, para conquistar tanto a los amantes del producto del mar como a los devotos carnívoros. «Son secos, a diferencia del arroz caldoso de bogavante tan típico de aquí», señalan desde el local. Resaltar que la jefa de cocina, Yahaira Altagracia, domina el punto a la perfección y eso siempre es algo que se agradece.

La cocina de raíces es otro de los pilares de su oferta gastronómica. Las croquetas, el salpicón, la ensaladilla o las cocochas de bacalao al pipil son opciones perfectas para los paladares más clásicos. La carta depende mucho de la temporada y el producto de cercanía, tanto que suelen cambiarla cuatro veces al año, coincidiendo con cada estación.  En época de bonito preparan un marmitako de esos que resulta difícil borrar de la mente, y cuando hay atún rojo, lo presentan en diferentes cortes. Y aunque la carne no es su especialidad, la croca de ternera con huevo trufado —ojo a la potencia de sabor que le da el hecho de freír el huevo en aceite de trufa—, merece entrar en cualquier comanda. Si todavía hay sitio para el postre, la tarta de manzana con helado de vainilla y galleta de mantequilla o la de tres leches con mousse de frambuesa son un broche perfecto.

Aunque la cocina se adapta a los horarios de comidas y cenas, el local abre durante todo el día, desde el primer café de la mañana hasta la copa de la noche. Los domingos no faltan los callos y entre semana cuentan con un menú del día a 12 euros —incluye primero, segundo, postre, café y bebida— de lo más resultón. Si uno duda a la hora de pedir, saben escuchar y asesorar con criterio al cliente.