Sus dos grandes pasiones son la medicina y la egiptología
03 feb 2020 . Actualizado a las 16:29 h.Esta semana cumplió 65 años y colgó el bisturí. «Técnicamente puede decirse que hoy (charlamos el jueves) es mi primer día de jubilado. Pero entre vacaciones y moscosos ya hace unas semanas que dejé de ir al hospital. Le pedí a la enfermera que me hiciese una foto de mi última intervención quirúrgica. Es un buen recuerdo y, obviamente, no se ve al paciente», comenta este afable ourensano de apellidos poco comunes. «Mi padre era aragonés, aunque el Juaneda es bastante frecuente en Baleares. Mi madre proviene del Bierzo», explica Manuel Juaneda-Magdalena Gabelas. «Magdalena es el segundo apellido de mi madre, que un hermano, aficionado a la heráldica, quiso recuperar», apunta Manolo, como todos lo conocen en el hospital. Es cirujano general y de aparato digestivo, en los últimos 15 años estuvo en la Unidad de Mama del Abente y Lago, es un egiptólogo aficionado de gran nivel, y presume de buena memoria. «Llegué a A Coruña el día de Reyes de 1980. Vine en el Alsa desde Oviedo. Me recogieron unos amigos de mis padres y viví en una pensión en O Burgo. Era un día de cielos despejados y frío. Sí, tengo buena memoria», reconoce este médico de trato cordial. «Peco un poco de soberbia, pero creo que es un parapeto para ocultar mi timidez. Al principio puedo parecer frío y distante, pero es un cristal muy frágil que se rompe fácilmente», confiesa. Doy fe.
Inspiración televisiva
Hasta los 13 años estudió en los Maristas de Ourense. «Mi padre trabajaba en Dragados y, cuando se terminaron unas obras de los embalses, lo trasladaron a Oviedo, y después a Gijón. Cambié tres veces de colegio en el mismo curso. Sabía que mi futuro era estudiar algo de ciencias», recuerda. Pero hubo unos cuantos detalles que marcaron sus dos pasiones, la medicina y la egiptología. «Soy hijo de seriales como Doctor Gannon. Fue una fuente de inspiración. Y también hubo un flechazo cuando vi Sinuhé el egipcio o leí el Descubrimiento de la tumba de Tutankamón de Howard Carter», asegura. Pasó medio siglo desde entonces, pero tengo la sensación de que mantiene intactas ambas pasiones. «Después de operar hernias, varices, hemorroides, mamas, de todo, colgué el bisturí. He operado miles de pacientes y lo voy a echar de menos. El bisturí es adictivo. Algún compañero perdió unas cañas porque pensaba que iba a seguir, pero prefiero dejarlo ahora que me encuentro bien de salud», analiza. Tendrá más tiempo para su gran afición. «Este año no voy a Egipto, pero sí a los museos de Nueva York donde hay presencia egiptológica. Me gusta todo en general y la medicina del antiguo Egipto en particular. Mi sueño sería examinar el hueso de una momia», reconoce este hombre que forma parte de la Sociedad Española de Egiptología y ha escrito artículos en National Geographic y revistas especializadas, además de un voluminoso libro sobre la lactancia en el Antiguo Egipto.
Historia y Arqueología
Entre quirófanos y pirámides reconoce que se perdió un poco la infancia de sus hijos. Ahora son mayores, Laura es patóloga y tiene 33 años y Martín, de 27, está acabando Derecho. Marisa, su mujer, es médico de empresa. «Es la persona ideal. De la profesión nunca hablamos y es una egiptóloga sufridora que siempre viene conmigo a mis aventuras», reconoce Manuel. Le gusta caminar. Mucho. De su casa de Os Castros al Abente y Lago fue su recorrido diario. «Voy a seguir haciendo mis diez kilómetros, e igual me apunto a un gimnasio. Mi idea es viajar y continuar estudiando. Me gustaría cursar egiptología, pero en España solo hay algún máster y además presencial. Cuando empiecen las matriculaciones en la UNED pasaré por allí. Posiblemente haga algo de Historia y Arqueología», asegura ilusionado. Le suena el móvil. Es un amigo que le espera en un bar de su barrio.