El supuesto asesino de Oza-Cesuras dice que solo fue a robar y que el que disparó fue un amigo

OZA-CESURAS

Asesinato de Oza-Cesuras.
Asesinato de Oza-Cesuras. MARCOS MÍGUEZ

El juzgado de Betanzos procedió a la reconstrucción de los hechos y el investigado aseguró a la jueza que no actuó por venganza

30 sep 2022 . Actualizado a las 18:00 h.

Alberto S. P., el supuesto asesino de una mujer en Oza-Cesuras el 17 de enero del año pasado, acudió este jueves de nuevo al lugar del crimen. Y sorprendió a todos. Primero, porque negó ser el autor del disparo. Segundo, porque dijo que la persona que mató a Cristina, de 33 años y madre de una niña de dos, fue un amigo al que no quiere delatar de momento. Tercero, que solo iban a robar. Y cuarto, que no actuó por venganza. El presunto homicida colaboró en todo momento durante la reconstrucción. Explicó que pensaban que a las 22.00 horas de aquel día no se encontraba nadie en la casa. Pero al entrar, vieron a la víctima. Reconoció que la persiguió, pero que fue su compinche el que la mató. 

Acompañado por su defensa y escoltado desde prisión por la Guardia Civil, la jueza de Betanzos que lleva el caso procedió a la reconstrucción de los hechos. Al acto judicial también acudió la acusación particular, ejercida por la familia de la víctima, así como cuatro testigos.

La instrucción de caso continúa. Se está a la espera de que se conozcan los mensajes que se intercambiaron el presunto autor con su esposa, así como esta con el viudo de la mujer asesinada de un disparo en la cabeza.

Lo que se sabe hasta ahora es que la mujer del supuesto homicida había mantenido una «estrecha relación» con el marido de la víctima. Pero aquello fue un año y medio antes del crimen. Cuando sus parejas descubrieron aquel vínculo, los implicados rompieron toda unión que no fuera la estrictamente laboral, pues ambos trabajaban en la misma empresa de transportes del polígono de Ledoño (Culleredo).

Una vez que decidieron no volverse a ver fuera del trabajo, según declaró la esposa del autor del crimen a la Guardia Civil, el marido de la asesinada, que tenía un cargo superior, comenzó a hacerle «la vida imposible». Relató a los investigadores que se dedicaba a poner a los compañeros en su contra hasta que a finales de noviembre del 2020 no pudo más y presentó una denuncia contra él en la empresa. La multinacional inició entonces una investigación. Oficialmente, a la central de Barcelona le fue remitida la apertura de un protocolo por acoso laboral que todavía está en curso. En aquel momento, esta mujer pidió la baja por ansiedad.

Por su parte, el viudo de Cristina Núñez admitió que entre ellos hubo una muy estrecha relación en el pasado. Pero sin llegar a más. Asumió que se intercambiaban mensajes, muchos de ellos «subidos de tono», pero que jamás pasaron de ahí. «Nunca hubo sexo», dijo. También declaró que él no se sentía atraído por ella, que solo le había cogido cariño porque se veía obligado a apoyarla debido a problemas domésticos. Quien sí hacía todo lo posible por intentar que la relación fuese más allá, según aseguró el viudo, era ella.

Luego recordó que aquel vínculo se había roto hacía dos años y medio. Fue cuando sus respectivas parejas descubrieron aquella fuerte amistad y llegaron a sospechar que mantenían relaciones. A partir de entonces no es que dejaran de hablarse, es que comenzaron los problemas entre ellos. Muy graves, pues llegaron a afectar al trabajo. El esposo de la víctima recordó que la mujer de Alberto creó un mal ambiente hacia él en la empresa.

La Guardia Civil se hizo entonces varias preguntas acerca del móvil del crimen. La primera, si el presunto asesino actuó movido por los celos. La segunda, si lo hizo por el acoso al que supuestamente se vio sometida su mujer. La tercera, si fueron ambas cosas. La cuarta, si a quien quería matar era al marido de la fallecida y no a esta.

La principal hipótesis que en estos momentos maneja la Guardia Civil es que actuó por venganza. Principalmente, movido por ver a su esposa a tratamiento por haber sufrido ese presunto acoso. Por parte de alguien, que además, había mantenido esa «estrecha relación» con su esposa. «Todo se juntó, y el detonante fue la denuncia laboral», desvelan fuentes judiciales. Tampoco se descarta que el autor, o autores, no quisieran matar a nadie. Que bien pudiera ser que la intención fuera la de dar un susto y que todo se complicó.

Fuera por lo que fuera, la principal hipótesis de la Guardia Civil, a falta de comprobar la versión de ayer de Alberto, es que aquel día se echó una siesta y sin decir nada a nadie cogió su coche y se dirigió a Porzomillos (Oza-Cesuras), donde residían la víctima, su marido y el hijo de ambos, de apenas 2 años. Aparcó a 700 metros, se dirigió caminando enfundado en un chaleco reflectante y con una mochila a la espalda con unos grilletes, una larga cadena de acero, un candado y, en el bolsillo, una pistola. Objetos que invitaron a los investigadores a sospechar que su intención era la de atar a la víctima o al marido de esta, que no se encontraba en casa. Al llegar a la vivienda, sobre las siete de la tarde, entró por una ventana tras romper el cristal. La víctima lo vio, gritó y el detenido disparó contra ella en la nuca. Según él, lo hizo «muy drogado». Huyó, pero no pasó de la finca de al lado. Ahí cayó malherido, pues se había clavado una de las puntas de una verja en la ingle. Los gritos alertaron a los vecinos. Cuando llegó la Guardia Civil minutos después, allí lo encontraron tumbado. Contó que estaba caminando y se había hecho daño. En cuanto los agentes le dijeron que en la casa contigua había una mujer muerta, sufrió un amago de infarto.

De poco servirá en el juicio el verdadero móvil del crimen para dictar una condena. La razón no tiene mayor importancia. Será una prueba más y, en caso de demostrarse, colmar la curiosidad de todos los que están pendientes de este asesinato. Ya sean allegados a las víctimas o no. Lo que se tendrá que demostrar en el juicio es que el detenido fue la persona que dio muerte de una joven madre de 33 años. Y de eso pocas dudas hay.