El psicólogo de la exesposa del parricida de Oza: «Nunca más tendrá sufrimiento cero»

m. C. A CORUÑA / LA VOZ

OZA-CESURAS

MARCOS MÍGUEZ

El especialista en salud mental llamado por la defensa mantiene que el acusado es psicótico y sufre delirios

29 sep 2018 . Actualizado a las 19:57 h.

No es un psicópata, es un loco. El psiquiatra y la psicóloga contratados por la defensa dieron ayer un vuelco al análisis de la salud mental del acusado basado en las aportaciones de los especialistas durante el juicio por asesinato que se celebra en la Audiencia de A Coruña contra Marcos Mirás.

José Carlos Fuertes mantiene que el hombre que presuntamente mató a su hijo de 11 años en un camino forestal de Oza dos Ríos es «un psicótico, como describe su historial clínico», sufre «un trastorno delirante de prejuicio» y no presenta el patrón narcisista y disocial del psicópata, como defendieron expertos que lo exploraron cinco meses después del crimen. Este científico, que disiente del abordaje psiquiátrico -«hubo un mal diagnóstico o un mal tratamiento, primero le diagnostican una enfermedad banal y lo tratan con artillería de campaña, fármacos que son camisas de fuerza químicas», anota-, sugiere un episodio psicótico reactivo compatible con un crimen planificado -«la psicosis no altera la capacidad intelectual, crea una realidad paralela, otra interpretación de lo real»- relacionado con sus ideas delirantes y un factor detonante. «Nadie sabrá nunca lo que pasó aquel día», advirtió el especialista, que opinó que el parricida no merece la libertad y agregó: «Pero tratémoslo».

Fuertes considera a Mirás «un enfermo mental grave, un loco» desde el episodio psicótico del 2009, relacionado con el abuso de alcohol. Y pidió a los miembros del jurado que lo traten como tal, «es más, si quieren ser crueles, impónganle un psiquiátrico», demandó el psiquiatra, que dedicó parte de su exposición a explicar en qué consiste un delirio. «No es un ‘yo soy Dios’ de un hombre que se cree Napoleón, no tiene por qué ser estrambótico; hay infinidad de psicóticos graves con responsabilidad y una vida en apariencia normal, hasta que la lían».

Siguiendo su relato, el delirio de Mirás, esa idea «que solo él tiene y le amarga la vida», es el control que sobre su hijo ejercería el abuelo. Aquel viernes en el punto de encuentro el niño lo miró «con odio» y en casa le dijo que no volvería a verlo, declaró el acusado. «Él habla de su hijo como si no fuera su hijo, dice que ese día tenía una mirada especial, veía a su suegro en los ojos de su hijo».

Mirás, de acuerdo con las pruebas psicométricas, tiene una alteración de la personalidad esquizotípica de tipo paranoide que podría ser una antesala de la esquizofrenia, en atención a los antecedentes familiares (un hermano y otro pariente padecen la enfermedad). «Con mucho estrés puede tener rupturas con la realidad o distorsiones perceptivas», advirtió la psicóloga María Luisa Hernández.

En la jornada de ayer, varios peritos ratificaron el hallazgo de sangre coincidente con la del niño en las uñas y la ropa del acusado, el coche y la pala hallada al lado del cadáver. También testificó el psicólogo que trata a la madre del pequeño: «Nunca más tendrá sufrimiento cero. A lo que aspiramos es a cierto alivio, un cierto respiro».