«Sé que algún día me va a matar», dice la exmujer del parricida de Oza

Redacción LA VOZ

OZA-CESURAS

Atlas

El acusado de asesinar a su hijo para herir a la madre declara que es un enfermo mental y no recuerda nada

25 sep 2018 . Actualizado a las 07:13 h.

En la primera sesión del juicio que se sigue contra él en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de A Coruña, Marcos Mirás, el hombre acusado de matar a su hijo de 11 años con una pala metálica en un monte del municipio de Oza-Cesuras el 7 de mayo del 2017, fue descrito ayer por su exmujer y madre del pequeño como un hombre «frío» y controlador que en los cuatro años que duró el matrimonio la insultaba de forma habitual y fiscalizaba su teléfono, su correo electrónico y sus perfiles de las redes hasta aislarla de las personas de su confianza. Protegida por un biombo, la mujer relató ante la jueza cómo desde su separación en el 2009 no ha sido capaz de salir sola a la calle por miedo a su exmarido, condenado por coacciones continuadas en el 2008 y denunciado en el 2013 por una serie de amenazas a través de las redes en las que alguien cuya identidad no pudo ser acreditada le enviaba mensajes como «Te voy a quitar lo que más quieres» o «Eres una puta».

La madre también afirmó que no temía por la vida del niño -«Por él no tenía miedo; por mí, siempre. Y lo sigo teniendo. Sé que algún día me va a matar»- y que la relación entre padre e hijo siempre había sido buena. Solo en los últimos tiempos el crío se quejaba de que el padre siempre estaba enfadado con él y no sabía por qué, que nunca salían a la calle y que se refería a su madre y a su abuelo con insultos.

Olvido y patología

Diecisiete meses después del crimen, el acusado declaró que apenas recuerda lo sucedido. «Aquel fin de semana empezó y acabó el viernes», dijo sobre el momento en que recogió a su hijo en el punto de encuentro. «Me miró con cara de odio y al llegar a la casa de mi madre dijo: “No voy a volver más”», agregó. A partir de ahí, vacío.

«No tengo explicación para lo que me está preguntando, no puedo dársela, llevo 17 meses dándole vueltas», respondió a la fiscala sobre el hallazgo de su camiseta manchada con sangre de su hijo o sobre que la tierra hallada en sus zapatos y en los pedales del coche procediese del camino forestal hasta el que condujo a la policía y donde apareció el cadáver del pequeño. Dijo que «en estado normal» nunca mataría a su hijo y que pudieron pasar dos cosas: «Que no fuese mi hijo quien tenía delante o que no percibiese la realidad».

Tanto su declaración como el alegato de la defensa incidieron en el cuadro psiquiátrico, con siete enfermedades diagnosticadas, incluidas esquizofrenia y trastorno bipolar; brotes psicóticos violentos que motivaron ingresos o servicios del 061; suspensión de la medicación antes del crimen, e incluso una petición motu proprio para interrumpir el régimen de visitas «por miedo a sí mismo». «Si hubiese estado ingresado más o si hubiesen atendido al niño y a mí... a lo mejor no pasaría lo que pasó», llegó a decir el acusado. En esta línea, la defensa pide la libre absolución o, si se acredita que es el autor, el internamiento en un centro psiquiátrico o una rebaja de la condena por la circunstancia atenuante de su trastorno mental.

De otro lado, la fiscala y la acusación piden prisión permanente revisable y penas de entre uno y cinco años de cárcel por lesiones psíquicas a la madre. Avanzaron que en los próximos días se aportarán pruebas de la alevosía y de que el imputado, de perfil «frío, falto de empatía y arrepentimiento, y con niveles elevados en el eje de personalidad sádico-agresivo y narcisista», planeó el crimen y lo ejecutó con plena consciencia y con sus capacidades cognoscitivas y volitivas preservadas, con el único fin de «causar daño psíquico a su mujer por no haber aceptado reanudar la relación con él».

Una pala en el maletero y «amenazas» a la familia trece días antes del crimen

«La última palabra no está dicha en esta historia; el daño ya lo hicisteis hace tiempo y las dos únicas cosas que podían hacer daño, por suerte o por fortuna, no están en vuestras manos... Todo en esta vida tiene un punto final... El caso es que nos guste a todos». Este mensaje fue enviado por Marcos Mirás al hermano de su exmujer trece días antes del crimen a través de un perfil en una red social que dio de baja una semana antes de la tragedia. Tres días antes, el jueves, vendió un ordenador reseteado en una tienda de segunda mano. El viernes acudió al punto de encuentro para recoger a su hijo, que los fines de semana que pasaba con su familia paterna dormía con la abuela, en contra del criterio del padre, que entendía que un niño de 11 años debía dormir solo. «Yo le preguntaba al psiquiatra», advirtió de forma reiterada durante la declaración de ayer.

Del sábado 6 de mayo Mirás recuerda haber ido con su hijo a un centro comercial. El domingo, Día de la Madre, estuvo un tiempo solo antes de acudir con el niño a un bar que frecuentaban y del que se marcharon sobre las 13.00 horas. La fiscala y la defensa discrepan sobre el momento en que el hombre reservó una habitación en un hostal cercano. Según el escrito de acusación, fue antes de subir al coche y dirigirse con el pequeño a una zona «apartada y de difícil acceso» del municipio de Oza-Cesuras, a 40 kilómetros, donde su madre poseía una casa. Una vez allí, por sorpresa y sin que el niño pudiera sospechar, lo golpeó con una pala en la cabeza con tal fuerza que le causó la muerte inmediata. Tras intentar enterrar el cadáver, lo abandonó, regresó a A Coruña y se refugió en el hostal. Cuando a las 20.30 horas no apareció en el punto de encuentro para devolver a su hijo, la madre se alarmó y arrancó la búsqueda, el rastreo de los hoteles con la foto del pequeño y de los aparcamientos subterráneos. «Pensé que para hacerme sufrir y que no lo tuviera conmigo el Día de la Madre lo retendría y al día siguiente lo llevaría al colegio, pero no apareció», declaró ayer la mujer. A primera hora de la tarde de aquel lunes, Marcos Mirás fue detenido en el hostal, muy cerca de la casa de su madre, desde donde condujo a la policía hasta el cadáver de su hijo.