«Algún esperaba ao seguinte taxi»

OZA-CESURAS

cesar delgado

Maruja es una de las primeras mujeres taxistas de Galicia. Vecina de Oza dos Ríos, hoy recuerda la reacción de la sociedad de los años 60 cuando la descubrió al volante

18 nov 2019 . Actualizado a las 00:32 h.

Tres años antes de que Neil Armstrong pusiera su pie en la luna, Maruja logró otro gran paso para la humanidad: destrozó mil tabúes poniéndose al volante de un taxi en Oza dos Ríos, lo que la convirtió, presumiblemente, en la primera mujer taxista en Galicia.

Su experiencia como conductora y como taxista fue todo uno. «Saquei o carné o 19 de decembro de 1966 e o 25 xa tiña o taxi», recuerda. Así que comenzó a dominar aquella máquina al tiempo que trasladaba a sus clientes. Los primeros meses era objeto de reclamo por la Policía y la Guardia Civil. «Parábanme, pedíanme os papeis… non crían o que vían, e despois dábanme os parabéns, desexábanme boa viaxe e moita sorte». ¿Suerte? ¿Encerraba algún tipo de machismo esa «suerte» de los agentes? Maruja no la necesitó porque siempre se manejó con prudencia «co taxi e na vida».

Pero alguna vez se pasó de prudente, empezando por el tamaño del primer taxi. Era un Seat 800 de cuatro puertas, muy manejable y pequeñito, tanto que tuvo que cambiarlo a los seis meses «porque alí non cabían nin as maletas». Y a partir de ahí, solo coches grandes. «Como ese», dice mientras señala un Mercedes que conduce sin contratiempos a sus 79 años.

También era un coche grande, un Ford Orion, el que protagonizó el accidente. Sí, ella dice «o accidente», si bien en el que creyó perder la vida. Tenía 39 años, viajaba sola y perdió el control en unas curvas en la salida de Betanzos hacia Oza dos Ríos. «O coche quedou co fociño no chan e o cu arriba». Balance: un golpe en la cabeza, una costilla y un menisco roto, y la sensación de haber nacido de nuevo.

Pero Maruja -Mari Carmen Rilo Mosquera- se recuperó de aquello con la misma rapidez con la que se había recuperado de los desprecios iniciales por su condición de mujer taxista. Muchas veces llegaba a la parada donde había gente esperando pero evitaban subirse con ella. «Dicían entre eles: ‘‘cunha muller non subo que nos podemos matar’’», recuerda Maruja entre risas. «Algún renunciaba a subir ao meu taxi por ser muller e esperaba ao seguinte compañeiro».

A veces eran las propias mujeres las que se mostraban más reticentes a ir con ella. Recuerda un caso de tres hermanos, dos varones y una chica. Ellos viajaban sin problema en su taxi, pero ella nunca. Hasta que un día no le quedó más remedio. Entonces, sin que Maruja se lo preguntase, aquella vecina intentó justificar por sus habituales resistencias a subir a su taxi. «Se nunca vou contigo é porque no camiño á miña casa hai un cacho de monte… ¿E se nos sae un home, Maruja? ¿Qué facemos dúas mulleres soas?», le dijo a la taxista, que nunca se creyó aquel argumento.

Dejó el taxi a los 65 años, más por deseo de su marido que por voluntad propia, porque ella se veía con fuerzas y ganas para seguir. El germen de esta profesión está en su etapa de emigrante en Hannover. «Alí había moitas mulleres taxistas nos anos 60, ían moito máis adiantados que nós en todo: os taxis de Alemaña tiñan teléfono cando aínda non había un triste aparato en todo Oza dos Ríos».

Hoy disfruta de la jubilación centrada en sus cinco hijos, cinco nietos y un bisnieto. Su etapa del taxi es sin duda la más llamativa por lo que supuso de ruptura de barreras mentales, pero Maruja tuvo otros muchos trabajos: tras aprender a coser y tejer en A Coruña montó en Oza dos Ríos un taller de punto, ya casada acompañó a su marido a trabajar a Madrid donde fue carnicera, pasó por una fábrica de bombones y chocolates en Alemania, y después de bajarse del taxi para siempre la familia fundó la primera funeraria del municipio. En su etapa de taxista nunca abandonó sus habilidades anteriores y aprovechaba las horas muertas. «Ao taxi chamábanlle o taller de costura».