«La mayoría somos dóciles, pero tampoco podemos convertir lo que hacemos en algo tan pulido que no deje lugar a la mínima crítica, acabaríamos haciendo un arte demasiado plano, demasiado vacío de nosotros mismos. No podemos consentir que la opinión de cualquier vecino pueda variar el resultado de nuestro trabajo. No hagamos este mundo más ridículo. El perro se queda, yo pinto para mí y para los que miran como la niña».