O Jalisco, el galán que quería vivir del cuento pero se le daba mejor matar

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

OLEIROS

siro

En 1948 acabó con la vida de su esposa, suegra y cuñada en Oleiros, cumplió condena, se fue a Canarias y allí asesinó a su nueva mujer y a la hija de esta

24 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De nada sirve ir de punta en blanco, pasear una buena percha por ambientes de postín, perfilar a diario el bigotito como lo hacía Clark Gable y ser guapo de postal cuando lo que se anhela es matar. Ojalá José García Peña (1918, México), más conocido como O Jalisco, solo fuese eso. Sería mejor para todos que este hermoso galán de pico de oro se quedase en el típico embaucador, un vago sin oficio ni beneficio, borrachín y drogadicto, mujeriego incansable y jugador con dinero ajeno. El drama está en que este hombre cabalgó a su antojo por el mundo criminal como nunca nadie hizo en la crónica negra coruñesa.

O Jalisco quiso vivir del cuento y dejó escrito un drama. El 23 de septiembre de 1948 mató con un abrecartas en Arillo (Oleiros) a su esposa, suegra y cuñada. Incomprensiblemente solo estuvo encerrado por ello 15 años en la vieja prisión provincial. Cumplida la condena, emigró a Las Palmas, donde conoció a una mujer que tenía una hija de un matrimonio anterior. A ambas les quitó la vida. Lo internaron en un psiquiátrico y tres años más tarde, en febrero de 1979, este psicópata de libro se suicidó.

Este párrafo resume su historia criminal. La macabra biografía sanguinaria de un don nadie que se hizo célebre envolviendo en sangre hasta cinco vidas inocentes que tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino.

El periodista y escritor Fernando Salgado dejó para la posteridad una obra maestra de la crónica negra gallega titulada O Jalisco, que relata con detalle y buena pluma quién era el desalmado y quiénes las almas que envió al cielo.

En su libro, Salgado relata que la primera piedra sobre la que edificó su infierno la colocó en Nueva York en 1947. Fue cuando conoció a María Docampo, una «hermosa, culta y políglota» hija de emigrantes gallegos que trabajaba en la gran manzana en la sede del banco de Londres. También había sido secretaria y traductora de Castelao durante la estancia de este en Estados Unidos. Intelectuales o escritores como Isaac Díaz Pardo o Méndez Ferrín llegaron a escribir de ella que colaboró con la CIA pasándole información del autor de Sempre en Galiza. Pero eso es otra historia. A lo que venimos es a contar cómo una mujer tan brillante se dejó seducir por un malandrín de tamaña altura. ¿Qué le vería, aparte de la belleza y la labia, a ese hombre criado en Jalisco e inmigrante en Estados Unidos que en los trabajos no aguantaba ni hasta la hora del descanso? Aunque luego vistiese mejor que el dueño.

Lo que ella, cegada de amor, no vio, lo vieron sus padres, Francisco Docampo y María Ramos, dos emigrantes gallegos oriundos de Bergondo y Oleiros que consiguieron labrarse una confortable posición económica.

A O Jalisco lo cataron al momento. Ese no era marido para su pequeña y se opusieron al matrimonio. No lo consiguieron. La pareja se casa en la catedral de Guadalajara sin más compañía que la del cura y dos candelabros a su lado.

Pero los padres tratan de disolver el matrimonio alegando, según Fernando Salgado, que el yerno «no era más que un vago y un mujeriego, adicto a la marihuana y el alcohol, un buscadotes que solo pretendía vivir a expensas de su hija».

A principios de 1948, Francisco Docampo, María Ramos y su otra hija llamada Encarnación retornaron a Galicia, instalándose en un pazo de la parroquia de Dorneda (Oleiros), del que hoy los propietarios no quieren ni oír hablar de lo que allí pasó.

Meses después, los padres de María Docampo lograron convencerla de que retornase. Y lo hizo. Sola. Dejando a su esposo en Nueva York. Pero por poco tiempo. O Jalisco vendió los muebles que en Nueva York habían dejado sus suegros y se presentó en el pazo. Al principio, su esposa lo acogió con frialdad. Faltaba solo un pelo para dejar de confiar en él. Aún así, lo metió en casa contra la voluntad de su madre. Pero esta no cesó en su empeño de que regresara a su país con una mano delante y otra detrás. Hasta que convenció a su hija. Le dieron de plazo una semana para abandonar el pazo y volver a Estados Unidos o a donde a él le prestase. Y de vida marital en ese tiempo, nada de nada. Pero en el amanecer del 23 de septiembre, O Jalisco y su mujer rompen el pacto y mantienen relaciones. Encarnación se entera y da la voz de alarma. Acude presurosa María Ramos y a partir de ahí se desata un vendaval de furia y sangre de 35 puñaladas.

El periodista de La Voz Rodri García buceó hace cinco años por el Arquivo del Reino de Galicia y encontró el sumario. En una crónica para enmarcar cuenta cómo se investigó el crimen. Un crimen lleno de interrogantes. Porque a muchos el trato que se le dispensó en la cárcel y la pírrica condena impuesta les puso con la mosca tras la oreja. Hubo quien pensó que el régimen de Franco alivió el castigo porque la muerta era republicana.

El quíntuple asesino

José García Peña, más conocido como O Jalisco, era un pendenciero y guapo mexicano que nació en 1918. Sin oficio ni beneficio, en aquel país engatusó a una gallega culta y de buena familia. Ambos decidieron retornar a Galicia, asentándose en un pazo de Arillo (Oleiros). Tras cometer cinco crímenes, se suicidó en un psiquiátrico en 1979.

Sus primeras víctimas

María Docampo tenía 29 años cuando se casó en Guadalajara con O Jalisco. Contra la voluntad de su familia, que veía en el hombre a un vago que solo buscaba el dinero. Al año siguiente se establecieron en el pazo familiar junto a María Ramos y Encarnación, madre y cuñada. A las tres mató con un abrecartas y prendió fuego a la casa. El criminal fue encerrado en prisión 25 años. Pero solo cumplió 15.

Sus últimas víctimas

O Jalisco recobra la libertad en 1963 con 45 años y pronto emigra a Canarias. Allí conoce a Irene, que tenía una hija de un matrimonio anterior, llamada Yolanda. Las mata a cuchilladas.