«Es una barbaridad, hay tráfico a todas horas», protestan vecinos y comerciantes
12 jun 2021 . Actualizado a las 17:50 h.Mañana de sábado. Hace sol y los coruñeses preparan su día para pasarlo en la playa de los municipios aledaños. Eso sí, con 40 minutos más en su previsión de tiempo ya que las caravanas en las salidas y entradas a la ciudad, a causa de las obras en Sol y Mar, van para largo: tres años. El colapso en la N-VI, desde hace algo más de una semana, casi se ha convertido en lo habitual. De lunes a viernes, el momento de embotellamiento se produce a primera hora, coincidiendo con las entradas al trabajo y colegios. También a mediodía, con el turno de comida. Y por la noche, cuando cada uno regresa a su casa. Vamos, que los usuarios de esta carretera pueden organizar su jornada en función de las caravanas. Durante el sábado y el domingo, la situación es parecida y solo cambia el motivo de salida (o entrada). El pasado fin de semana, se produjeron filas de vehículos en la AC-12 a última hora de la tarde. Aquí, los afectados eran aquellos que volvían de pasar el día en la playa.
La imagen de colapso fue similar ayer al mediodía. La caravana que nace de los cortes de circulación en el cruce del Sol y Mar llegó hasta Alfonso Molina. Las colas se extendieron desde la N-VI o Avenida das Mariñas hasta el puente de A Pasaxe, y de ahí hacia la entrada a Santa Cristina y a la avenida de Lavedra. También hubo colapso en las vías alternativas: «Iba hacia Oleiros, y al encontrarme con la caravana en Alfonso Molina, preferí coger la salida a O Burgo desde la autopista. Las colas se repetían», explicaba Sara Vales. De igual forma, el tráfico se colapsó desde O Temple.
Hartazgo vecinal y del tejido comercial
Los vecinos y vecinas de Oleiros consideran esta situación insostenible: «Es una auténtica barbaridad. Hay tráfico a todas horas», declara María Figueiras. Su alternativa, durante esta semana, ha sido circular por la autopista o la salida que ofrece la Costa da Tapia. Y aun así, «continúan las colas interminables». Juan Fernández es residente en Santa Cristina y usuario habitual de la N- VI. Para él, los atascos no son un problema, «sino un problemón». No entiende que el corte en la circulación se permita: «Vamos a tener tres años de caravanas, y total ¿para qué?». No duda en que esto acabará afectando a los negocios de la zona. Y la verdad es que no va mal encaminado.
La empresa de Antonio Ruzo, Schmidt Cocinas, está en primera línea, con vistas a los atascos: «Las obras ya repercuten en las ventas. Vienen menos clientes porque el embotellamiento que se forma es un incordio». Y no solo eso, «también me resulta incómodo para venir hasta aquí. Hay veces que aparco el coche en la otra dirección y cruzo caminando, porque ya no me compensa hacer el cambio de sentido», explica Ruzo. Considera que la alternativa más viable sería que «abriesen, de forma gratuita, la autopista» y de esta manera se descongestionase la zona: «Esto es un jaleo», lamentaba.
Hartazgo que se repite en otros negocios. Jesús Rey del Grupo Ramón García es claro: «No podría cuantificar cuánto afecta. Lo que es obvio es que cuantos más problemas tenga un cliente potencial para llegar a mis instalaciones, menos venderé». El problema no solo se muestra en lo comercial, sino también en lo personal: «Por la mañana, tardo 20 minutos más en llegar, y al mediodía, tengo 40 minutos menos para comer», y añade: «Si escojo ir por la autopista o dar la vuelta a la ría, gasto más dinero, tiempo y combustible», declaraba el responsable.