Una hostelera de Oleiros: «De cuatro locales en la calle, quedamos nosotros»

d. vázquez OLEIROS / LA VOZ

OLEIROS

Dolores Vázquez

El sector critica que un brote en un CEIP les deje con atención solo en terrazas

13 may 2021 . Actualizado a las 11:15 h.

«Somos el único local de hostelería de la calle, de los cuatro que había quedamos nosotros», explica María Rivas, que gestiona junto a su socia A Pardela, en Santa Cruz. Son malos tiempos para la hostelería y la falta de competencia, reconoce, no es buena. En abril cumplieron dos años en un negocio que desde el viernes, como les pasará a todos los del municipio, quedará reducido a la atención en terraza.

«Tenemos bastante terraza, es lo bueno», apunta dándose aliento, aunque admite que solo podrá usar media docena de mesas. «Así no da, pero no puedes permitirte cerrar», asegura. La pandemia les ha afectado de lleno. «El negocio va mal, hablamos con el banco mientras esperamos por las ayudas que tanto ofrecen... porque tienes que seguir pagando todos los gastos que conlleva», puntualiza, y comenta que las nuevas limitaciones le cogen cuando ya ha contratado más personal para atender por el fin del toque de queda y la proximidad del verano.

No esperaba que Oleiros cambiara de nivel, pero es comprensiva con las medidas. «Era visto, porque estaban celebrando el fin del estado de alarma, pero no es el fin de la pandemia. A nosotros fue el caso del colegio el que nos fastidió», señala.

Marcos Míguez

«Chámame a atención porque o brote está tan localizado no colexio e que afecte á hostalería»

«Eu este peche non o entendo, chámame a atención porque o brote está tan localizado no colexio e que afecte á hostalería de todo o municipio paréceme que non ten sentido», comenta Javier Pérez Sánchez, de la cafetería Ozono de Santa Cristina, haciendo referencia también al brote en el Isidro Parga Pondal, un centro con 26 positivos y tres aulas cerradas. Afirma que siendo escolares los contagiados no ve la relación directa con unas restricciones que son especialmente duras para la hostelería.

Lleva, junto a su hermano, atendiendo 22 años un negocio en Santa Cristina y afirma que el quedar abocados solo a trabajar en terraza les condiciona. «Quedámonos fóra con seis mesas facendo bo tempo, se fai malo, catro, porque é o que cubre o toldo, hai un par delas que non se poden utilizar. Así non dá para cubrir gastos, pero atendes aos clientes», comenta. En su caso, al ser propietarios del local, reconoce que «quizais tivemos unhas poucas menos de dificultades, pero as facturas seguen vindo. Algunha axuda foi chegando da Xunta, pero a pesar de todo, o que lle gusta a un é traballar», reconoce.

Marcos Míguez

«Non compensa abrir, pero tampouco compensa ir para a casa»

También es propietario del local el matrimonio del restaurante Illa de Santa Cristina, lo que retrasa su retiro. «Nós xa poderíamos estar xubilados, pero non temos a quen alugar, ninguén cho quere, ninguén che vén preguntar ni tan sequera canto pides por el», explica María Tomé con tristeza, y dice que se mantienen al frente del local por no echar la verja a un negocio con el que llevan 23 años. «Vivímolo moi mal, axudas ningunhas e para que che dean 300 euros escusabas ir para casa. Haberá que estar aí con tres mesas... que lle parece?», comenta respecto a lo que quedará reducido su negocio, con un comedor amplio, a partir de mañana. «Non compensa abrir, pero tampouco compensa ir para a casa», dice, y apunta que hasta este nuevo golpe estaban trabajando bien y la gente respondía.

Marcos Míguez

 «Me quedan unas nueve mesas, y así es imposible mantener a la gente»

Rafael Talanco, que lleva nueve años al frente de Casa Rafa, en la rúa Cruce, se muestra disconforme con las restricciones. «Lo veo fatal, nos cierran otra vez y así no hay manera de crear empleo, nos está perjudicando muchísimo», afirma este hostelero, que cuenta con una plantilla de seis personas. «Me quedan unas nueve mesas, y así es imposible mantener a la gente», explica sobre el servicio solo en terraza. «Nosotros tenemos las mesas con distancia, medidas de seguridad, medidor de CO2, y no tiene sentido que siempre cerremos nosotros, porque para eso tendría que cerrar el supermercado o la farmacia..., o todos o ninguno», comenta Sara Taibo, esposa de Rafael que también cuestiona que el brote localizado en un colegio repercuta directamente en la hostelería local. «Los chicos irán más a un supermercado que a un bar...», considera.