El atrincherado de Oleiros se entrega después de doce horas y tras herir a un agente

OLEIROS

Recibió a la Guardia Civil a tiros cuando acudía a detenerlo por un supuesto caso de violencia machista e hirió de carácter leve a uno de los agentes, que recibió la esquirla de un proyectil en el cuello

21 dic 2020 . Actualizado a las 13:36 h.

Fueron 12 horas de infarto. Hasta que todo terminó cuando un agente a cara descubierta, desprotegido para dar confianza al hombre armado de 83 años, le hizo ver desde la calle que lo mejor que podía hacer era entregarse y no empeorar todavía más las cosas. Por su bien y por el de todos los vecinos, que habían pasado la noche encerrados a cal y canto en sus casas  El atrincherado, asomado a la ventana, junto a un gran cuadro de la Virgen María, escuchó los consejos y en minutos abrió la puerta y se dejó esposar sin más. Ocurrió en Oleiros, en la rúa dos Niños, un conjunto residencial con buenas vistas a la playa de Bastiagueiro.

Si bien el suceso acabó bien, empezó muy mal. A media tarde del viernes, su expareja, una mujer que con la que había tenido una relación hace años y que vive en el mismo bloque de pisos, fue a poner una denuncia al cuartel de la Guardia Civil de Oleiros. El hombre la había llamado por teléfono amenazándola de muerte. Poco después, una patrulla se presentó en el domicilio del hombre. Los agentes acudieron al número 17 de la rúa dos Niños hasta en dos ocasiones sin obtener respuesta. Pero al volver, en torno a las 22.30 horas, el ahora detenido abrió fuego contra los agentes con una escopeta de caza. Primero respondió al timbre con un disparo a la puerta. Los guardias se cubrieron fuera del edificio y pidieron refuerzos. El hombre disparó otros dos tiros desde el interior de la casa. Una de las esquirlas hirió en el cuello a uno de los agentes. «Con muchísima suerte», como luego dijo el capitán del cuerpo, solo le rozó. Por milímetros falló. Si no, estaríamos hablando de una tragedia. «Gracias a Dios, nuestro compañero se encuentra bien», explicó el capitán.

A partir de ahí, toda la zona se acordonó. Aparecieron agentes de todos los grupos de la Guardia Civil y antes de la medianoche decenas de hombres fuertemente armados y bien protegidos rodearon el edificio. Allí estaba la Unidad de Seguridad Ciudadana y agentes de la Científica y Judicial. También se desplazaron en un primer momento servicios médicos, que atendieron al agente herido, Policía Local de Oleiros y el Servicio de Emergencias Municipal de la localidad. Unos en la calle, otros en los tejados y varios en el interior del edificio, tratando de calmar a los vecinos y pidiéndoles que por nada del mundo abriesen la puerta, obligándoles a cerrar ventanas y persianas.

Tras unos primeros intentos sin éxito alguno de convencer al hombre atrincherado de que se entregase, durante la madrugada no se escuchó ni el aleteo de un pájaro. Pero en cuanto salió el sol, los movimientos de los agentes de la Unidad Especial de Intervención hacían prever que la resolución del caso, para bien o para mal, estaba cerca. Con la prioridad de que nadie resultase herido y el hombre saliese de casa desarmado y manso, tomaron posiciones fuertemente armados. Por delante del edificio, frente a su puerta y con francotiradores en los tejados. Con cada uno en su posición, un agente sin más protección que un chaleco antibalas, se acercó a la ventana trasera del inmueble tratando de que el atrincherado se asomase para hablar con él. Lo hizo. Fueron apenas un par de minutos. El hombre terminó por decir que se entregaría y lo hizo.  

Cuando todo terminó y el detenido ya había sido trasladado a un centro médico para luego llevarlo al cuartel de Lonzas, la calle se despejó. Solo quedaban los agentes de la Policía Judicial. Pero los vecinos apenas se asomaron. Los que lo hicieron, excepto uno, no quisieron comentar nada. El que habló, solo dijo que había pasado una noche «de muchos nervios».