Cuatro décadas de trabajo ilusionante

OLEIROS

EDUARDO PEREZ

El Centro Laboral Lamastelle cumple 40 años

26 jul 2019 . Actualizado a las 10:35 h.

El Centro Laboral Lamastelle acaba de cumplir 40 años. En junio celebraron esta efeméride por todo lo alto, con teatro, deporte, música, baile, comida al aire libre y con una exposición muy especial en la que se recogían los momentos más importantes y entrañables de todos estos año. En algunas de esas fotos aparece Jaime, uno de los usuarios más veteranos de este centro y que está empleado en uno de los talleres que se desarrollan en las instalaciones. También aparecen Cecilio o Chus, que se han hecho mayores y ahora pasan buena parte de la jornada en la unidad del centro de día. 

Jaime recuerda que entró en el Centro Laboral Lamastelle en el año 1979 y, con la misma ilusión que al principio, se levanta a diario para llegar puntual a su puesto de empleo. «Cuando empecé a trabajar aquí hacía pinzas», explica sin dar respiro a la máquina de encuadernación que ahora maneja con pericia pero que, según dice, «falla mucho». También Mari Carmen, que tiene 40 años, enumera todas y cada una de las tareas que realizó en este centro laboral desde que llegó cuando era casi una chiquilla: cortar lana para alfombras, fregonas, colocar tubos de pasta de dientes en cajas, jabón de afeitar... «Aquí hacemos lo que haga falta. Y ganamos algo de dinero para nuestros caprichos», explica Mari Carmen. Y casi al momento Fina enseña la enorme caja con alarmas para prendas de ropa que ella misma arregló soldando cables y circuitos.

Lamastelle está lleno de actividad, formación y vida. Los cuatro talleres de empleo que se desarrollan están enfocados a la elaboración de carpetas y archivadores, separadores y el empaquetado de todo el material. Y la empresa Grafoplas es la principal suministradora del material para que los usuarios de este centro laboral tengan ocupación y sueldo. «Es la empresa que más trabajo nos proporciona y tenemos que cumplir exactamente con los mismas exigencias que pide a otros: hay un plazo de entrega, una calidad y un precio», explican Pompeyo Fernández y Lisa Matos, gerente y directora del centro, respectivamente. 

Los artífices

Ellos dos son, en buena medida, los artífices del ambiente que se vive en el centro laboral. Bueno... ellos y todos los empleados que cada día ofrecen su mejor sonrisa a los 200 usuarios de las instalaciones. «En el centro ocupacional hay 140 personas y en el centro de día, otras 60. Hay usuarios de todas las edades porque entran con 18 años y no sé van hasta que son muy mayores, como Abel, que lleva aquí desde el principio y que tiene 84», indica Lisa.

Pompeyo explica que Lamastelle fue el primer centro ocupacional para personas con discapacidad intelectual que se creó en Galicia y sigue siendo el de mayor entidad. «Nuestro reto es conseguir la felicidad y el bienestar de los usuarios. Teniendo en cuenta que este centro está ligado a la asociación Aspronaga, el miedo de las familias ahora es qué pasará cuando esto falte, porque ahora al ser plazas públicas los socios ya no tienen garantizadas las plazas para ellos», se lamenta Pompeyo.

Lisa incide en que este centro laboral fomenta la autonomía personal y social. «La mayoría desarrolla un trabajo, pero también participa en actividades: hay cursos de fotografía, se realizan sesiones de logopedia, de fisioterapia, se hacen paseos... Intentamos trabajar con la comunidad, no solo dentro de las instalaciones», comenta Lisa. También confirma que en las pasadas elecciones muchos de los usuarios ya pudieron votar y que, como formación previa, se dieron algunos cursos sobre el derecho recién adquirido para aquellos que no están incapacitados judicialmente. «Aunque pueda sorprender, aquí de lo que más se discute es de fútbol y de política», comenta con una sonrisa.

Pompeyo y Lisa vivieron cientos de anécdotas a lo largo de estos años al frente del centro ocupacional. «Los inicios fueron muy intensos y en alguna ocasión me tuve que ir hasta Muxía para arreglar los asuntos familiares de algún usuario», asegura él. «Y otras veces me llamaban para que fuera a alguna casa y, con solo hablar un momento, se arreglaba el problema que había, incluso gente enferma que quería venir a trabajar».