Un yacimiento arqueológico del golfo Ártabro comido por el mar

CRISTÓBAL RAMÍREZ

MIÑO

cristóbal ramírez

El asfalto se ha llevado por delante la primera muralla del castro de Insua, pero se salva la segunda, con precipicios a diestra y siniestra

04 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Que el golfo Ártabro fue en la prehistoria (y lo es hoy) una de las áreas más ricas de Galicia no es novedad alguna. Por eso por su costa aún quedan castros, cuyos habitantes compaginarían algún tipo de agricultura con la pesca y la captura de mariscos cercanos a las rocas. Es decir, comer comían muy bien. Algunos de esos castros se conservan íntegros, tapados por los sedimentos.

La visita a uno de estos últimos está recomendada solo a adultos. Porque encierra un cierto peligro, puesto que los acantilados se convierten en una lección de verticalidad, y la arena y piedras quedan a una veintena de metros abajo.

Hecha la advertencia, diríjase el coche a Miño, sálgase de la autopista y gírese a la derecha, rumbo a Perbes, playa que se deja atrás. Un kilómetro más adelante, en algo que con demasiada generosidad se llamaría una recta, aparece un desvío a la izquierda que está señalizado solo si se viene en sentido contrario, desde Pontedeume. Y pone Insua.

De manera que ahí hay que serpentear un poco, buscando el suave descenso. Así, a los 100 metros aparece una bifurcación, pero se sigue lo más recto posible, hacia abajo. A los 200 metros, igual: recto. Hay casas enfrente (esa zona se llama A Barreira), y cuando se lleva medio kilómetro desde la carretera el castro queda a la vista. En un punto acaba la pista —a los 800 metros— , a la que le dieron ancho ahí. Al dejar el coche, el visitante se da cuenta de que el asfalto se ha llevado por delante la primera muralla del castro.

Se salva la segunda y, con precipicios a diestra, a siniestra y al frente, el recién llegado está pisando el minúsculo espacio. Delante, el islote de Carboeira, cuyo punto más alto se encuentra a 12 metros sobre el nivel de las olas. Pero, ¿eso es el castro? Sí y no. Porque en dos milenios la línea de costa ha retrocedido. Y mucho, así que dos mil años atrás la aldea era mucho mayor que ahora.

En cualquier caso, se le puede ir dando la vuelta por un pequeño sendero, pero desde luego no para quien tenga vértigo. Ante los ojos, la entrada al golfo Ártabro, con Sada a tiro de cañón.

A la izquierda queda una playa que simplemente es imposible que ni un solo día del año, por mucho que caliente el sol en verano, vaya a estar con mucha gente. Es la playa de Insua. Otro sendero va justo por el límite del acantilado y llega a un punto en que invita a descender casi en plan vertical. Desde luego, no es para timoratos, aunque el hecho de que esté bien pisado indica que no son pocos los que se atreven. El premio: una playa para él solo.

EL COMIENZO

43º23'11''N 8º12'47''W.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Con el islote de Carboeira de fondo.

EL DESAFÍO

Descender a la playa.

NIÑOS

Lugar no apto para los más pequeños.