Jesús Suárez: «En unos pocos años perdí la vista, a mis padres y a mi abuela»

Pablo Portabales
Pablo Portabales A CORUÑA / LA VOZ

MIÑO

ANGEL MANSO

El cantante y compositor de Mar de fondo explica su vida abrazado a la música, a su mujer y a su hijo Juan

01 abr 2018 . Actualizado a las 09:04 h.

Tomamos café en el Valentín, al lado de la iglesia de San Nicolás. «Esta zona la conozco bien. Del 15001, 15002 y 15003 recuerdo todas las calles y con el mapa visual que guardo en el cerebro me voy orientando. El bastón es para detectar obstáculos. Creo que no es tan difícil conseguir una ciudad accesible y estoy muy implicado en este tema», comenta. Habla con naturalidad de su experiencia vital. Lo mismo que hace su hijo Juan, de 9 años. «Es un niño con empatía. Tiene esa sensibilidad especial. Solo dice ‘mi padre no ve’, pero para él es normal. Para mí va a ser siempre el de los mofletes. Lo tengo grabado en mi memoria y, en ese sentido, nunca va a crecer», reflexiona Jesús Suárez López, de 40 años. «Mi sensación es que no tengo esa edad y, de hecho, siempre me dicen que parezco que tengo menos. La gente tampoco se cree mi problema de visión a no ser que vaya con el bastón. La única diferencia entre tú y yo es que yo no te veo la cara», comenta este coruñés de la calle Polvorín de Monte Alto, vecino de Zalaeta y nieto de María, que tenía un negocio de comestibles que todo el mundo conocía como la tienda de la señora María. Recuerda Jesús que tiempo después en esa misma casa su madre «montó una escuela para los niños de Monte Alto, le llamaban la escuela de las de Mera».

Viajes a Miño

Me encuentro a gusto hablando con este informático, músico, deportista al que la vida le ha dado bastantes golpes. «Perdí la vista, a mis padres y a mi abuela en pocos años. Pero, afortunadamente, tengo muchos amigos, a mi mujer, Cris, que es súper buena, y a mi hijo, que es lo máximo. Perder la vista me ha ayudado a ser mejor persona», sentencia. Recuerda sus viajes diarios de ida y vuelta a Miño, en cuyo colegio público estudiaba de pequeño porque su madre era profesora en el centro. «No había autopista y tardábamos unos 45 minutos por trayecto». Ya en A Coruña cursó FP en el Diego Delicado, hoy Urbano Lugrís. Primero electrónica y después informática en la Universidad. Jugaba al fútbol en el Maravillas y al futbolín con los amigos. En aquellos momentos la poco frecuente retinosis pigmentaria empezó a asomar. «Lo más difícil de entender para la gente es que era capaz de leer letras pequeñas si estaban en el centro de la visión, pero no me enteraba si venía un coche hacia mí por un lado», relata Jesús. Buscó información sobre la enfermedad en un Internet que empezaba, pero «no había nada, ningún colectivo en Galicia. Me propuse crear una página web para que no le pasase a otras personas lo que a mí», recuerda. Ahora es el tesorero de una asociación que cuenta con 200 socios pero que, dice, está en parada técnica. «Si no hay una cura la gente deja de tener interés». En cinco años perdió la visión, pero sigue con su trabajo (es informático en Estrella Galicia), con su familia, con sus proyectos musicales, con los talleres literarios en la ONCE, con sus carreras populares, con su pasión por el Deportivo... «Mi hijo me dio fuerzas para volver al estadio. El Dépor es un sentimiento por encima de los resultados», comenta sobre la situación actual del equipo el autor de 1906, un tema dedicado al club de sus amores.

El 27 de abril en el Garufa

El 27 de este mes que acaba de empezar presenta en el Garufa Club el segundo disco de Mar de fondo, el grupo del que es cantante y compositor. Se titula Pulsaciones. «Es más contundente, más potente, más maduro... Llevamos dos años tocando juntos y se nota», destaca. Me regala el cedé anterior, Destellos de oscuridad. «Mis canciones son tristes. El folio es el mudo testigo de los que llevo dentro», asegura Jesús, que entró en contacto con la música siendo un niño en la Agrupación Musical Albéniz. «Recuerdo al maestro Estévez y tocar en el Rosalía no sé cuantas horas seguidas para batir un récord». Lo acompaño caminando hasta Zalaeta. «No te olvides de poner que el concierto del 27 es a las diez de la noche», insiste. «Cuando sueño es cuando veo», sentencia.