«Para el burro también fue un susto, porque son animales sensibles»

Elena Silveira
Elena Silveira MIÑO / LA VOZ

MIÑO

cedida

Protección Civil de Miño rescató en dos días a cinco animales, entre ellos un burro que «cogió» la AC-160

12 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Coches, motos y camiones... y algún que otro tractor, son los vehículos que habitualmente circulan por la AC-160, la carretera que comunica Miño con Vilarmaior. Pero eso era hasta el pasado sábado por la tarde, cuando un burro huido de una finca en Sombreu se incorporó a la vía y recorrió varios kilómetros hasta llegar a un monte próximo a Miño.

El dueño del borrico, según explicaron desde Protección Civil, dejó a Negrito, que así se llama, pastando tranquilamente, amarrado a una cuerda. Sin saber cómo, consiguió deshacerse de la soga y, en vez de pasear de prado en prado, prefirió el asfalto y circuló por la AC-160 hasta casi la entrada a Miño. «Al llegar al cruce con una pista que al parecer conocía subió por ella y se quedó en un monte cercano a la AP-9», explicaba ayer Rodrigo Gómez, del servicio municipal de emergencias. «La suerte fue que su presencia no ocasionó accidente alguno». De hecho, según añadió, «los conductores se debieron de llevar un buen susto al verlo en la carretera, pero para el borrico también debió de ser un mal trago, porque son animales muy sensibles e inteligentes», explicó Rodrigo. Unos jóvenes que estaban por la zona siguieron al animal y, tras alertar al 112, consiguieron devolverlo a su dueño en Sombreu.

El rescate de este burro fue uno de los cinco que tuvo que hacer Rodrigo Gómez este fin de semana en Miño. De hecho, recibió el aviso por la presencia de dos perros perdidos en Costa Miño: «Uno es un golden retrevier y el otro más pequeño, un palleiro. Se ven bien cuidados y los llevamos a La Rosaleda, en Cambre». Ayer ya los había reclamado su dueña. También recibió una llamada para recoger un cachorro de color negro en la zona de Bra, sin collar ni microchip. Y para rematar el fin de semana, rescató un pequeño gato que se había caído a un patio interior en la calle Raxel, de Miño. «Nos llamó una vecina explicando que el minino llevaba varios días maullando. Así que tuve que descender por una escalera de cuatro metros para alcanzarlo. Al cogerlo me mordió la mano. Y claro, ¡se lo devolví a su madre...!»