Un magnetómetro para investigar el entorno de las mámoas de Irixoa

D. Vázquez IRIXOA / LA VOZ

IRIXOA

 Natalia Caparrini, pasando el magnetómetro por la parte de la zona analizada y que fue recorrida con pasadas a una distancia de 50 centímetros. En total recorrieron 25.000 metros cuadrados, que permitirán contar con un mapa de las anomalías del terreno.
Natalia Caparrini, pasando el magnetómetro por la parte de la zona analizada y que fue recorrida con pasadas a una distancia de 50 centímetros. En total recorrieron 25.000 metros cuadrados, que permitirán contar con un mapa de las anomalías del terreno. Dolores Vázquez

La Fundación Luis Monteagudo financia una prospección no invasiva

09 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las idílicas praderas de la comunidad de montes de San Antón en Irixoa, junto a la capilla de San Cosme, donde pastan caballos y reses y que albergan 27 mámoas, es el escenario donde esta semana dio comienzo una prospección no invasiva para conocer qué alberga el territorio entre necrópolis. La investigación la impulsa la Fundación Luis Monteagudo de Betanzos, una entidad integrada por Alfredo Erias, José María Veiga y Alberto López, centrada en la historia y la arqueología de Galicia.

Durante dos jornadas el equipo de Natalia Caparrini, profesora de la Escola de Enxeñería de Minas e Enerxía de la Universidad de Vigo, utilizó un magnetómetro para mapear una extensión de 25.000 metros cuadrados. «Utilizamos técnicas geofísicas, haciendo medidas en la superficie que detectan cambios de composición en el suelo o cambios en sus propiedades físicas», explica Caparrini, remarcando que esta tecnología se ha utilizado también en el castro de Elviña, en el de Toralla o Brandomil.

«El magnetómetro lo que mide es un parámetro físico que es el campo magnético terrestre y detecta anomalías, como por ejemplo cuando han estado sometidos a altas temperaturas», precisa, remarcando que es una técnica que ha saltado de la minería a proyectos arqueológicos. Los datos son procesados con un software específico y determina las coordenadas de los datos recabados y el valor del campo magnético analizado.

Alberto López, secretario de la fundación, remarca que en este caso se apostó por una intervención no invasiva del espacio. Las mámoas ya están inventariadas desde hace años y ahora lo que pretenden es buscar si «existe algunha furna funeraria ou unha impronta de combustión» en la zona. Quieren conocer cuál fue el devenir de este espacio desde el neolítico, que es cuando están datados estos enterramientos. López comenta que han decidido aprovechar las nuevas tecnologías y en función de los resultados que se obtengan se determinará una posible intervención arqueológica a posteriori.

Quien precisará la importancia de los datos recabados será el arqueólogo Santiago Vázquez Collazo, recién llegado de participar en el descubrimiento de vestigios de un convento del siglo XIV en el Camino Francés en Arzúa. «Os túmulos ou mámoas teñen un abano cronolóxico moi amplo, as primeiras probablemente sexan 3.5000 ou 4.000 a. C. e os últimos cheguen ao mil e pouco, aquí xa só vemos a elevación, pero ao redor quedan pegadas de actividade, que pode estar relacionadas coa propia construción do monumento ou cun ritual, aínda que non me gusta esa palabra», comenta Vázquez Collazo sobre la búsqueda emprendida en Irixoa. «Está comprobado, noutras escavacións, que este tipo de enterramentos non son monumentos pechados, incluso que hai procesos de reutilización, en cronoloxías separadas. O que buscamos son usos deste territorio xa que non quedou pegada visible», comenta.

«Se se detectan anomalías o labor posterior é intentar ver se poden ser algo», remarca este arqueólogo, que interpretará el mapa que se obtenga y que se prevé que estará concluido en el plazo de dos semanas. «As veces as ausencias de datos tamén é información», reconoce Vázquez Collazo, mientras que López reconoce que si bien no esperan «nada en concreto», si creen que es una zona interesante a investigar.