«Los 20 atlánticos» del Chuac, en su primer «meeting»

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

HISTORIAS DE HOSPITAL

MARCOS MÍGUEZ

Alumnos de 6.º de Medicina se reúnen para inspirarse de cara al mir, la profesión y la vida fuera del hospital

16 ene 2020 . Actualizado a las 14:55 h.

Cuando llegaron, a principios de septiembre, lo tuvieron claro: se autobautizaron como Los 20 atlánticos a pesar de ser 98. El nombre elegido lo fue por su condición oceánica y por otra generación distinta, la que dejará de ser estudiante para convertirse en profesional en este 2020. Ayer, los 98 alumnos de la Universidade de Santiago que cursan sexto de Medicina en el Chuac rotando por distintos servicios celebraron su primer meeting, que así lo llamaron, juntándose para escuchar a otros que pasaron antes por lo mismo que ellos, y también para hablar de lo que cambiarían.

 «Nos llaman por nuestro nombre, nos conocen y nos hacen caso... ¡Claro que estamos contentos aquí!», comentaron a los responsables de su docencia. Lo hicieron, anónimamente, en las dinámicas de grupo que, en medio del foro, dividieron en cuatro a la promoción para que pudieran expresar con libertad qué opinan de la formación que están recibiendo y qué debe mejorar.

«Nos han propuesto que las rotaciones más largas se acorten para poder ampliar el abanico y pasar por más servicios», explicó Rosario López Rico, presidenta de la Comisión de Docencia del Chuac. Junto con Juan Carlos Vázquez Barro, coordinador de Docencia Pregrado, recogió las peticiones de los jóvenes, que también demandaron «más seminarios, cursos y talleres».

Quieren más prácticas

Además de prácticas en el quirófano experimental para aprender a coser cuerpos en talleres de suturas o a resucitar paradas cardíacas, todos los jueves los estudiantes asisten a programas en los que, por ejemplo, se abordan posibles preguntas que les pueden caer en el temido examen mir, esa prueba nacional que convoca a miles de jovencísimos titulados y decide su futuro. No solo la puntuación determina en qué especialidad y centro van a continuar formándose, sino también recibir su primer sueldo como médicos internos residentes.

«Nos llaman por nuestro nombre, nos conocen y nos hacen caso... ¡Claro que estamos contentos!»

El mir centró ayer buena parte del encuentro, con la divertida intervención de Álvaro Escobar y Javier Vigo, que compartieron curiosas reglas nemotécnicas para relacionar genes y patologías. «Nunca cayó en el mir... este año tampoco», bromearon sobre las posibilidades de que, finalmente, tanto esfuerzo memorístico sumase puntos. Pablo Fernández de Aspe, que en el 2017 empezó la residencia en el Chuac al obtener la 76 mejor nota de entre 13.000 facultativos, les propuso una doble receta alternativa: «Serenidad» ante el examen porque «en el futuro os tocará enfrentaros a situaciones más difíciles y pacientes muy complicados» y no olvidar nunca «el ocio para liberar la mente». Un mensaje parecido lanzó el neonatólogo Alejando Ávila, que incluyó fomentar otros aspectos de la vida para ayudar a llevar la profesión entre «los 10 consejos que me gustaría haber recibido cuando hice la carrera».

De la vida más allá de los estudios les habló también Mayra Beltrán, una de las delegadas del curso, que valoró las actividades extraacadémicas del Chuac. En su caso, la visita a la colección de la Fundación Mª José Jove le permitió descubrir nuevos vínculos entre arte y medicina a través de un cuadro de Picasso que le recordaba a un gen y otro de Maruja Mallo con un cráneo. Hubo tiempo para hablar de investigación con Mar Tomás Carmona o de medio ambiente y alerta climática con Salvador Fojón y la vocación, siempre presente, hizo que no faltasen en el encuentro tampoco las referencias al humanismo. Como la de un estudiante gaditano, Pablo Romero, que, tras escuchar en el hospital a Mafalda Soto hablando de su labor con los albinos africanos, reivindicó como ingrediente esencial de un buen médico el «inconformismo para hacer un mundo mejor».