Mónica Pereira: «Me tienen quedado los dedos sin sensibilidad limpiando chipirones»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

ELLAS

CESAR QUIAN

Trabaja en la Lonja, donde reclama la creación de una guardería para poder conciliar

19 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Mónica Pereira no sabe lo que es dormir a rienda suelta desde hace años. La vida en el Muro solo le da para pescar cuatro horitas de sueño al día. Andar ao peixe es lo que tiene. Pelear por el mejor producto y al mejor precio para sus clientes de Pescadería Loureda, en el muelle de A Palloza.

—¿Cómo es un día en su vida?

—A las cinco y media de la mañana ya estoy por la Lonja, sigo hasta las cuatro de la tarde y por la noche pongo los precios del día siguiente. A las cinco de la mañana empiezan a llamar de Celeiro, a las seis de Burela y ahí ya empieza la rueda otra vez. Lo nuestro es todo el día, chica.

—¿Pudo elegir?

—Mi madre no quería que me dedicase a esto. De hecho, nunca me enseñó el oficio.

—¿A qué edad empezó a trabajar?

—A los 15 años murió mi padre y ya empecé a trabajar. A los 21 fui madre y ahora ya soy abuela.

—Va a por la quinta generación.

—Yo soy la tercera. Mi abuela era mariscadora en la ría de O Burgo; tenía el carné número 4. En aquellos tiempos, la ría criaba sola. También es que, cuando iban a sachar, la cuidaban mucho. Una vez que levantaban la arena, la volvían a colocar para que volviera a dar. La ría, para que dé, hay que trabajarla y cuidarla.

—¿Su madre siguió la tradición?

—Sí, pero la marea es a la hora que es, se quedó viuda, tenía tres hijos y había que conciliar. Mi madre empezó vendiendo pescado en la calle y después se vino para aquí, a los puestos que había en la rindanga antigua. Luego fue a San Agustín y, finalmente, abrió la pescadería que tenemos en la avenida de los Caídos.

—Pero usted se resistía al tema.

—Fui a la marea, pero soy un desastre. No como mi madre, que es digna de grabar. Aún hoy, donde pone la cuchara, hay algo. Te dice cosas como «Ojo grande, ojo pequeño, es un macho». «Dos ojos pequeños, berberecho». Yo veía tantos ojos, que no daba una.

—Y hay que doblar la espalda.

—Yo me sentaba porque estaba embarazada y no podía [Risas]. «¡Así no hay manera!», me decía mi madre. Ella que, claro, coge una cuchara, envuelve la manga con cinta aislante y, ¡en un minuto, tiene un kilo de berberechos!

—Descartada esa vía, ¿por dónde decidió tirar?

—Estuve de reponedora en Carrefour, trabajé en una tienda de Inditex, fregando cacharros en un bar, en una financiera...

—Una curranta, vamos.

—Lo de venir a la Lonja me echaba para atrás, pero, al final, me decidí. Ahora tengo a los chavales en el cepo, pero, al principio, lo hacía todo yo sola. Con el frío, me tienen quedado los dedos sin sensibilidad limpiando chipirones.

—¿Los comienzos fueron duros?

—Limpiaba el pescado, lo vendía y lo repartía. Tuve la suerte de conocer a mi marido (era carnicero en Makro y yo pescadera) y me empezó a ayudar.

—¿Qué tiene más intríngulis, filetear una pechuga o una merluza?

—Lo importante es manejar el cuchillo, que no te dé miedo.

—Su marido lleva la producción, y usted la venta y distribución. Aquí cada vez son más mujeres.

—Así es. En la pesca de altura estamos menos. En la Lonja diaria, somos más.

—Pero no es fácil.

—El tema de conciliar lo tenemos complicado. Yo, para poder venir a trabajar, tengo que tener una persona que llegue a mi casa a las cinco y media de la mañana y, se podrá imaginar, que no me es nada fácil encontrar a alguien así. A todas mis compañeras de la Lonja les pasa lo mismo.

—¿Se le ocurren soluciones?

—Algunas se me ocurren, sí. No entiendo cómo no hay una guardería en la Lonja de A Coruña. No lo entiendo. Yo, lo primero que haría es abrir aquí una escuela infantil. Es imprescindible.

 

«Fuimos los primeros que introdujimos el pescado fresco en los hospitales»

«Este trabajo es muy esclavo, pero también me hace feliz», asegura Mónica Pereira (A Coruña, 1974), copropietaria de Pescados Loureda. Partiendo de esa premisa, esta mujer luchadora, brillante activista de la vida cotidiana, como le cantaría Guadi Galego, decidió hacer algo para devolver a la sociedad toda esa gratitud que ella siente. Así se le ocurrió una acción solidaria que ha bautizado como «Pescando juguetes», una campaña que tiene el objetivo de hacer más llevadera la Navidad a los menores que están hospitalizados. «También por el esfuerzo de sus profesionales en la pandemia», añade.

—Es usted una mujer con responsabilidad social corporativa.

—Es un honor que los hospitales gallegos hayan confiado en nosotros, ya que nuestra firma es proveedora de pescado y marisco desde hace varios años. Cuando empezamos, no había nadie que pusiera pescado fresco en los hospitales. El poco que se ponía era de acuicultura, pero fresco, de lonja, nadie.

—Fueron pioneros.

—Fuimos los primeros que introdujimos el pescado fresco en los hospitales. Hoy pacientes de aquí, Lugo, Ourense y Santiago consumen pescado fresco.

—¿Qué es más gratificante, pescar peces o juguetes?

—Para poder pescar juguetes tengo que pescar muchos peces antes. Si no soy capaz de vender, no puedo ayudarles tampoco.

—¿Cuáles son las necesidades de las personas ingresadas?

—Buscamos juguetes nuevos para los más pequeños; libros, cómics y manualidades para los adolescentes; y zapatillas, pijamas y juegos de mesa para los adultos.

—¿Qué le decimos a quien esté leyendo esto y quiera colaborar?

—Está toda la información en la web www.pescadosloureda.com.

Pescados Loureda: Pequeña empresa familiar con larga trayectoria en el Puerto de A Coruña. Tres generaciones de mujeres, que empezaron como mariscadoras en la ría de O Burgo, han ido liderando la firma, hoy especializada en venta y preparado de productos del mar para hospitales, residencias y colegios de educación especial.