Amalia Souto: «Cada vez que imponen una nueva restricción, hay un bar que cierra»

Loreto Silvoso
Loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

ELLAS

Amalia Souto, propietaria de  El bajo de Amalia  en A Coruña
Amalia Souto, propietaria de El bajo de Amalia en A Coruña MARCOS MÍGUEZ

Pide que no se demonice al sector y cree que «abrir a trozos» solo genera más ansiedad entre los clientes

15 feb 2021 . Actualizado a las 12:16 h.

Qué duro debe ser contemplar la soledad de una mesa vacía para alguien como Amalia Souto (A Coruña, 1967), que nació en un bar. Este mes le ha tocado cerrar su terraza de Capitanía por tercera vez en un año. Sin servicio para llevar, pasó del ajetreo a la inactividad, pero reivindica su oficio: «La hostelería no es solo tomar unas cañas. Es terapia».

-¿Cómo lleva esta situación?

-Es horrible. El cierre de noviembre ya lo llevé peor que el de marzo, pero este enero ha sido fatal. Nos abrieron en Navidades para volvernos a cerrar.

-¿Entiende que el «casi confinamiento» era necesario?

-Yo prefiero cerrar dos meses seguidos a que nos tengan así. Que si primero hasta las once; que si después hasta las seis... Al final, no sabes ni a qué hora hay que estar. Te tienes que estar reinventando todo el tiempo.

-Y los políticos a la suya.

-Es que no entiendo que las Administraciones públicas no se pongan de acuerdo para las ayudas, con la que está cayendo. Hay gente que se está muriendo de hambre. Cada vez que imponen una nueva restricción, hay un bar que cierra. Y eso no puede ser.

-La Xunta cree que la hostelería influye de forma importante en la transmisión. ¿Algo que alegar?

-No sé por qué quieren castigarnos. ¿Qué culpa tiene la hostelería? ¡Si está probadísimo que los que se infectan en los bares son los menos! Lo que consiguen con esto es incentivar que la gente se reúna en las casas. Eso lo he escuchado yo miles de veces en mi bar. Es que las personas necesitan socializarse.

-¿Se equivoca quien criminaliza a la hostelería?

-Nosotros cumplimos. Lo tenemos todo desinfectado, mantenemos las distancias...

-Pero, para beber o comer, hay que bajarse la mascarilla.

-Cuando nos cierran a nosotros, la gente se va a las casas, que es donde está el problema, porque ahí no hay ni desinfección, ni mascarillas, ni distancia, ni nada. Entonces, que apliquen el sentido común. No pueden cerrar más a la hostelería.

-¿El hostelero cumple pero el cliente incumple?

-A veces nos toca ser el poli malo, pero la mayoría te hace caso.

-Y con un agujero en el bolsillo.

-El cierre de la hostelería trae aparejadas consecuencias económicas. Piense en todo el movimiento que generamos. Si estás cerrado, no compras el pan; no coges las cervezas y el vino; no vas a por la carne o el pescado... Son muchos proveedores que no van a cifrar lo que tienen que cifrar. Es una rueda.

-¿Cree que habrá desescalada esta semana en nuestra área?

-Estoy atenta y muy pendiente. Yo estoy deseando abrir. Tan pronto me digan algo, me vengo mangada para prepararlo todo. Esa es otra. ¡Espero que no nos lo digan de un día para otro!

-No sería la primera vez.

-Sí, eso ya nos pasó. Pero yo tengo que comprar mercancía.

-¿Qué hizo con la que tenía?

-Devolví lo que pude y me comí lo que sobraba. Espero que esta semana nos aclaren algo, aunque no lo creo.

-A ver, lance su predicción.

-Tienen presión por todos lados con lo cual, puede que nos abran.

-Y, si no lo hace la Xunta, ahí está la Justicia vasca.

-¡Claro! Mire lo que ha pasado en el País Vasco. Pero, al final, lo que priman son los votos y, seguramente, van a hacer un apaño.

-¿Cuál es el apaño según usted?

-Pues abrir hasta las seis, terrazas y poco más. Me imagino que va a ser gradual para que la gente no se vuelva loca y proteste mucho. Los tienen un poco contentos y, mientras, a ver qué pasa. Para mí son apaños que no valen de nada. Yo soy drástica. Prefiero cerrar dos meses y se acabó. Así, a trozos, generas más ansiedad.

Su esquina feliz: El bajo de Amalia está ubicado en uno de los rincones más bonitos de la Ciudad Vieja, junto al palacio de Capitanía y la plaza de Azcárraga.

Ella opina: «Una hostelería controlada es más segura que las reuniones de gente dentro de las casas».

«Prefiero aguantar un poco más cerrada a que nos dejen solo ‘terrazas’ y ‘hasta las seis’»

Amalia Souto lleva el gen hostelero hasta en el carné de identidad. En la plaza de la Constitución regenta el bar que tuvieron sus padres durante cuarenta años. «Lo llamaban ‘el de los bocatas’, por lo ricos que eran los que hacía mi madre, o ‘el Barbero’, porque mi padre iba a cortar el pelo a Capitanía».

-¿Le duele ver la terraza vacía?

-Tienes que ser muy fuerte mentalmente para aguantar esto.

-Asusta pensar si podremos volver a apretujarnos en un bar.

-Es la sensación que tengo. Ojalá, pero de esa manera no creo que lo podamos volver a hacer. ¿Sabe lo que es pasar por Dominicos y ver a los niños jugando con mascarilla? A mí eso me impacta.

-Encima usted acababa de reformar el local el año pasado.

-Sí, me gasté 30.000 euros, íbamos muy bien y, en marzo del año pasado, pumba, nos cierran.

-Bueno, le quedó hecho.

-Sí, pero yo ahora prefiero aguantar un poco más cerrada a que nos dejen abrir solo la terraza y hasta las seis de la tarde. Si llueve, ¿qué haces? ¿Qué pasa con los que no tienen terraza?

-Y las facturas siguen llegando.

-Acabo de ver el recibo de la luz y he flipado. Prácticamente, me lo duplicaron. Lo que no puede ser es que nos sigan subiendo las cosas de manera desmesurada.

-¿Cobró el Presco?

-Sí, yo cobré el Presco. Falta una parte, pero creo que lo cobró bastante gente. Creo que el Ayuntamiento se portó bien con la gente que tenía poco sitio dejándoles montar la terraza fuera. Es que, sino, no haces nada.

-¿Con qué más se queda de todo esto?

-Con la solidaridad de la gente y entre los propios hosteleros. En mi zona se creó un grupo (GAM Cidade Vella) para ayudar a los que tienen más necesidad.