Rosa Fernández: «He ido feliz a trabajar todos y cada uno de los días de mi vida»

Loreto Silvoso
LORETO SILVOSO A CORUÑA / LA VOZ

ELLAS

MARCOS MÍGUEZ

Es la única persona viva que tiene un aula con su nombre en la UDC, en Arquitectura

22 sep 2019 . Actualizado a las 12:03 h.

No es el aula más bonita, ni la más grande, ni le entra el cantar de las urracas del campus por la ventana. Pero es la clase en la que Rosa Fernández Esteller (A Coruña, 1946) contagió durante más de cuarenta años su pasión por las matemáticas a miles de futuros arquitectos. Ahora esa aula, la 2.9, llevará su nombre para siempre.

-Señal de la huella que usted ha dejado en la Escola Técnica Superior de Arquitectura. ¡Qué mejor homenaje que este!

-Es tremendamente emocionante y un gesto de agradecimiento de la escuela, pero la que tiene que estar agradecida soy yo.

-¿Por qué? Si usted es una institución en el centro.

-Bueno, han sido muchos años

y siempre me sentí tremendamente integrada. Yo tengo pasión por la escuela de Arquitectura.

-¿Iba contenta a trabajar?

-Sí. He ido feliz a trabajar todos y cada uno de los días de mi vida.

-No todos pueden decir eso.

-Pues para mí fue un placer. Me entusiasmaba trabajar en esto. Y me llevé un gran disgusto cuando tuve que dejar de ir.

-¿Fue muy duro jubilarse?

-Me costó adaptarme a la nueva situación; me sentí desvinculada. Por eso, esto me emocionó tanto. Aparte de que es un gran honor, me va a suponer tener un vínculo con la escuela para siempre.

-¿Qué pensó al enterarse?

-Una emoción indescriptible. Me llamó el director de la escuela, Fernando Agrasar, y no me lo podía creer.

-Es que, además, usted colaboró en el proceso de la puesta en marcha de la escuela.

-Sí. Yo empecé con la escuela, en el curso 75-76. En aquellos momentos, estaba de profesora en arquitectura técnica. Seleccionaron a los profesores allí.

-Ha dado clase a miles de alumnos. ¿Se acuerda de todos?

-Me acuerdo más de los nombres que de las caras. Algunas veces, se paran a saludarme y no reconozco la cara.

-Pero el nombre sí.

-Es que cambian tanto... Los conocía cuando tenían 18 años y ahora muchos son profesores o catedráticos. Incluso hay alguno ya jubilado también. Fueron 45 años dando clase y estaban entrando más de 200 por año.

-A ese ritmo me salen 9.000 alumnos. Lo que pasa es que en los últimos años las aulas se han ido vaciando.

-Es un problema de pirámide de población. No es que no se quiera ir a la Universidad, sino que hay menos cohorte.

-¿Y qué hacemos?

-La Universidad tiene que hacerse más atractiva, pero también tiene que haber gente en edad de acceder a ella. Yo no veo un deterioro. Esto afecta a toda España. Y quizá, en Galicia es mayor el problema.

-Usted vivió los primeros pasos de la UDC.

-Estuve de vicerrectora sí, desde el 92 al 2004. Recuerdo aquella etapa con mucho cariño.

-Dentro de unos días vendrán el Rey y los rectores de toda España a celebrarlo.

-Pues en los primeros años, había un montón de cosas que organizar. Me gustó mucho trabajar en ello y vivir ese momento.

-Volvamos a su faceta de profesora. ¿Usted era el hueso de la escuela?

-Eso de que las matemáticas fueran el hueso viene más por la forma de explicar la asignatura que tengan los profesores.

-¿Y la suya cómo era?

-Siempre intenté hacerles ver que debían dedicarles tiempo; que las matemáticas podía ser útiles para sus estudios de arquitectura y que no lo vieran como una piedra en el camino.

-Vale, pero, ¿era de las que aprobaba fácil o era dura?

-Decían que era dura, pero también que, con los años, la cosa se fue suavizando. [Risas]

-¿Echaba mucha bronca?

-A veces, me enfadaba mucho. De hecho, es una de las cosas que más recuerdan los alumnos.

-¿Qué se les atravesaba más?

-¡Las demostraciones! Ya sabe: enuncias el teorema, hipótesis, demostración y tesis. Al principio, hacíamos muchas y costaban. Ahora, las pocas que hacíamos seguían costando también.

Una institución en la UDC: Rosa Fernández Esteller fue una de las fundadoras de la escuela de Arquitectura, en el curso 75-76. Además de impartir matemáticas hasta que se jubiló, hace dos años, llegó a ocupar todos los puestos en la dirección excepto el de directora, por no ser arquitecta. También fue dos veces vicerrectora.

«Antes los alumnos llegaban mejor preparados del bachillerato a la Universidad»

A Rosa Fernández Esteller le costó mucho despedirse de sus compañeros y alumnos a la hora de jubilarse. Por eso, la inauguración de un aula con su nombre le ha servido para darse cuenta de que ella siempre formará parte de la escuela de Arquitectura de la UDC.

-Además de ser vicerrectora, se ocupó de la gestión de la escuela, ya que fue la subdirectora durante muchos años. ¿A usted no le costó llegar a ser jefa?

-La realidad es que nunca me sentí discriminada por ser mujer, ni en la carrera, ni en la escuela, ni en el rectorado. Lo he visto con otras personas. Eso sí.

-En una escuela para preparar arquitectos, ¿cuántas matemáticas le dejaban enseñar?

-A veces me decían que enseñábamos de más. ¡Y puede ser!

-¿Cómo cambiaron los alumnos con el paso de los cursos?

-Creo que antes venían mejor preparados del bachillerato a la Universidad.

-Y en matemáticas se nota más.

-Es una de las asignaturas en las que más se ve el nivel del alumno. Podían tener una gran vocación arquitectónica, pero en matemáticas, a lo mejor, venían peor preparados. Eso es lo que se notó en estos últimos años.

-¿Cómo se es buen profesor?

-No lo sé. Yo siempre he tenido mucha ilusión por la enseñanza. Para mí, cada principio de curso era un nuevo reto. Intentaba que los alumnos le dieran valor a las matemáticas.

-A qué dedica ahora los días?

-De todo un poco. Leo, estudio, los nietos… La verdad es que ahora el tiempo no me llega a nada.

-¿Y qué le ocupa tanto tiempo?

-¡La vida! [Sonríe]

-¿A dónde le gusta escaparse?

-A Guitiriz. Siempre que puedo me voy al campo.