San Cosme, la prueba de que Culleredo conserva rincones atractivos

Cristóbal Ramírez

CULLEREDO

A pesar del laberinto de pistas rurales no resulta difícil de localizar

05 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No es Culleredo un municipio salvaje. No en el sentido de violento, claro, sino que carece de unos grandes espacios naturales. Hay viviendas por todas partes. Pero eso no quiere decir que carezca de rincones muy agradables para salir este fin de semana. Que además es un fin de semana largo, puesto que en muchos casos hay puente. Y, claro está, procede respetar de manera estricta el cierre perimetral con el fin de tener unas Navidades tranquilas.

Así, ni la autovía ni la ronda que permite comunicarse en unos minutos con el aeropuerto han mutilado uno de esos espacios atractivos: la colina identificada como San Cosme. Y a pesar del laberinto de pistas rurales no resulta difícil de localizar: el desvío a la izquierda está señalizado, y desde la rotonda hay que seguir todo recto. El castro, la capilla y los dos cruceiros (aceptando que una construcción muy original se merezca ser denominada así) quedan a un kilómetro.

Primero se encuentra la rúa Costa (en Culleredo hay carteles con nombres de calles por todas partes. 43°16'36"N 8°23'20"W), y ese es el lugar donde lo mejor es aparcar el coche y meterse a caminar por la pista de la izquierda, de tierra. Va a dar la vuelta al outeiro donde hace dos milenios los antepasados decidieron construir su aldea. Al rematar esa pista terrera se encuentra el acceso a la parte alta, dejando a la mano izquierda una gran extensión con dos edificios en los que es posible ponerse a cubierto en el caso de que el tiempo juegue una mala pasada.

El viajero se encuentra en el interior del castro, una aldea prehistórica ciertamente muy mutilada por esas intervenciones posteriores. Que no son culpa (enteramente) del alcalde de turno, sino que el templo -sencillo, con su contrafuerte, apenas sin vanos, valiosa ventana en el ábsido- data del siglo XII. O sea, de cuando en Galicia entró el furor de cristianizar los sitios considerados paganos, y resulta evidente que en un castro no rendían culto al niño nacido en Belén.

De vuelta no se cruza la autovía sino que se desciende por Nabeiro, para acabar en Sésamo. Todo recto y de frente ya se encuentra la iglesia de San Martiño de Sésamo, un edificio muy bien conservado, con dos cruces antefijas (esas que están encima de todo) y con un cruceiro de bella factura, con su pousadoiro. A su lado, un bar donde es posible hacerse con un café o una bebida en lata, y con personal muy amable luchando sin rendirse contra la situación.

Para no dar la vuelta, se sigue un poco más en descenso y se llega a la AC-400. A la izquierda y en cinco minutos escasos el viajero se ha plantado en el cruce de Sigrás.

La aventura

Descubrir San Cosme con los más pequeños de la familia por la pista de tierra.

La foto más personal

Ante la fachada de la capilla de San Cosme.

El desafío

Investigar la relación entre los templos de San Cosme y San Martiño.

El pasado

Hace 900 años se levantó la ermita de San Cosme para cristianizar el castro.