A carreras por la orilla

Antonio Sandoval Rey A CORUÑA

CULLEREDO

ANTONIO SANDOVAL

Todavía se pueden observar archibebes claros en la ría de O Burgo

22 abr 2019 . Actualizado a las 08:34 h.

La ría ya no es lo que era hace solo un mes. Se han ido marchando la mayoría de las aves acuáticas invernantes. Quedan solo las rezagadas, ejemplares sin prisa por acudir al norte de Europa a criar, por ser todavía jóvenes. O por tener su hogar reproductor mucho más allá del Círculo Polar Ártico, donde en estas fechas, habitualmente, aún falta para que se anuncie la primavera. Digo habitualmente, porque estos últimos años las temperaturas de estos meses son allí mucho más elevadas que hasta ahora.

Durante lo que queda de abril, y hasta principios de mayo, estaremos en un momento ideal para observar aquí la parada y fonda de muchas zancudas migrantes: chorlitos grises, correlimos comunes, agujas colipintas, chorlitejos grandes... Siempre y cuando las condiciones meteorológicas sean favorables para obligarlas a detenerse. Es decir, desfavorables para su vuelo con rumbo norte.

Ojo a los vientos de NE

La circunstancia idónea para esas recaladas en nuestro estuario es de fuerte viento de nordeste aquí pero calma, o casi, en la mitad sur de Galicia y en Portugal. Las que aprovechando esa bonanza vengan de viaje, se encontrarán al llegar a esta latitud con tanto tráfico de aire en dirección contraria que optarán por buscar un alojamiento donde aguardar que amaine.

La ría de O Burgo es el mejor establecimiento hostelero que esas aves limícolas en tránsito pueden encontrar en nuestra comarca, por su tranquilidad y el abundante y diverso menú de su restaurante, que abre y cierra sus puertas para ellas al compás de las mareas.

Es posible que aparezcan algunos archibebes claros que se unan, por unas horas o días, a los que han invernado aquí y todavía no se han ido. Son aves muy pálidas, de aspecto casi élfico, con largas patas verdosas y pico también largo, suavemente curvado hacia arriba, como si se hubiese combado un poco a causa de la humedad.

Justo ahora, mientras va subiendo la marea, tengo tres de ellos ante mí. Algo les alarma. Emiten una y otra vez su característico reclamo trisilábico, tan sonoro en esta tranquila mañana de festivo.

Bueno, tranquila para mí. Para los archibebes claros es otro cantar. De repente guardan silencio, se agachan en el agua hasta que solo asoman de la superficie su cabeza y su dorso, y observan con aprensión el cielo. Sigo su mirada. Un halcón peregrino se aleja hacia el Pasaje.

Pasado el peligro, se incorporan y al instante están comiendo de nuevo. Dos de ellos capturan pequeños invertebrados bajo el agua. Parecen pellizcar la tersura de la superficie. El tercero echa a correr como si no hubiera mañana. Persigue un pececillo que acaba en su garganta.

Así es: los archibebes son tan depredadores como los halcones. Si la llamada del norte palpita con fuerza en sus corazones, deben hacer acopio de energía para la siguiente etapa de su ruta. Apetito no les falta. Les deseo buen provecho y mejor viaje.

En cuanto a las diferencias con el archibebe común, este es similar al claro, tiene las patas de color rojo anaranjado, y cuando vuela unas franjas alares blancas muy llamativas. Algunos archibebes claros invernan en el extremo sur de África, desde donde a partir de febrero comienzan su migración hacia las taigas escandinavas o rusas