El Ría do Burgo tiene desfibrilador gracias a la venta de 1.500 pulseras

Elena Silveira
Elena Silveira CULLEREDO / LA VOZ

CULLEREDO

EDUARDO PEREZ

Ocho personas del centro ya están formadas para su manejo

01 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Para qué sirve un desfibrilador? Pues para intentar reanimarte si tienes un paro cardíaco». «No, no. Nosotros no lo sabemos manejar, pero sabemos que ya está aquí». Alejandro y Ana, ambos de 11 años, estudian en el CEIP Ría do Burgo, en Culleredo, y explican, con orgullo, que su colegio se ha convertido en el primer centro público de educación infantil y primaria del ámbito de A Coruña que cuenta con un desfibrilador. Al equipo directivo, por lo menos, no le consta que haya un aparato como este en un colegio del área metropolitana. «Creemos que somos los primeros», explica Óscar Lamiño, secretario del CEIP Ría do Burgo y profesor de Educación Física.

Proyecto Salvavidas

Lamiño indica que la comunidad educativa siempre tuvo una especial preocupación por cuestiones relacionadas con la salud. «Pero hace tres o cuatro años, cuando vimos que cada vez había más alumnos con patologías complicadas y alergias y dentro de la red de alerta escolar, decidimos formarnos porque no sabíamos muy bien cuáles eran los protocolos». Recuerda que a través del 061 recibieron formación y, al año siguiente, asistieron a otro curso de primeros auxilios impartido por el equipo de emergencias municipales. «Fueron ellos los que nos comentaron que en un centro con casi 500 alumnos sería interesante tener un desfibrilador». A partir de ahí, según relata Óscar, se fueron informando y viendo diferentes tipos de desfibriladores: «Pero todos se nos iban del presupuesto. Uno medio cuesta cerca de los 1.500 euros, y los cursos de formación, que hay que hacerlos cada dos años, son 200 euros por persona. Parecía imposible conseguir uno». Cuando ya pensaban en desistir, la madre de un alumno formada en temas sanitarios (de hecho, fue la impulsora de un curso de primeros auxilios con alumnos de primaria) les habló del proyecto Salvavidas. Y a partir de ahí, todo vino rodado.

Un coste de 3.000 euros

Para conseguir la financiación (necesitaban más de 3.000 euros), toda la comunidad educativa se volcó con el proyecto y en tan solo tres meses consiguieron el dinero vendiendo pulseras solidarias al precio de 3 euros. «La iniciativa fue todo un éxito. Nos habíamos planteado conseguir el dinero en el plazo de un año pero en tres meses ya teníamos todas las pulseras (1.500) vendidas», explica Lamiño. El dinero no solo dio para comprar el desfibrilador, también para la cartelería y los cursos de formación de ocho personas, y poder cubrir así todo el horario del centro escolar, de siete de la mañana a seis de la tarde. «De esta forma siempre hay alguien en el colegio que sabe manejarlo», explica el secretario del centro. Aunque el desfibrilador lleva un mes colgado en la conserjería, el pasado martes comenzó a estar operativo, al terminar los cursos de formación.

«Los niños se fijan y nos piden que les enseñemos el dispositivo»

El equipo directivo tenía claro que el desfibrilador tendría que estar en un sitio accesible y visible. El recibidor del colegio parecía el sitio idóneo, pero finalmente se descartó ante la posibilidad de que los más pequeños no pudieran contener su curiosidad. «Sí, sí. Los niños se fijan en él. Y nos piden que les enseñemos el dispositivo e, incluso, que lo pongamos en funcionamiento», explicaba ayer el conserje del centro, encargado de custodiar el artefacto de descargas eléctricas. Óscar Lamiño comenta también que la presencia de este desfibrilador no es una cuestión escolar, «sino ciudadana». Comenta en este sentido que el dispositivo está a disposición de «todo aquel que lo necesite».