El fenómeno de las graduaciones en A Coruña: crecen en tamaño, precio y brillibrilli

A CORUÑA CIUDAD

Joel Mato Pazos, Ana Varela y Ángela Varela-García, alumnos del IES Puga Ramón.
Joel Mato Pazos, Ana Varela y Ángela Varela-García, alumnos del IES Puga Ramón. ANGEL MANSO

Los centros educativos buscan espacios más grandes para dar cabida a los invitados, y los jóvenes se visten para el evento como en la celebración de Fin de Año: «Solo se hacen una vez en la vida y lo celebras con gente que conoces desde siempre»

18 may 2025 . Actualizado a las 22:59 h.

Estos días del mes de mayo son de estrés y estudio para la mayor parte de los alumnos de Bachillerato, quienes tienen en el horizonte las pruebas de acceso a la universidad (PAU), que en Galicia se celebran los días 3, 4 y 5 de junio. Sin embargo, antes o después de ese trance hay otra fecha marcada en el calendario de los jóvenes que están en el limbo de la mayoría de edad o ya la han alcanzado: la graduación. Un evento que quienes peinan canas recuerdan como un trámite, los millennials como un acto austero donde lo importante era la fiesta, pero que la generación Z se toma como una auténtica puesta de largo hacia la adultez.

Ese cambio lo notan los propios directores de instituto consultados, en la franja de los cuarenta y tantos y cincuenta y muchos. «Cuando yo estudié, no había graduaciones», sentencia Rafael Menéndez, director del Fernando Wirtz. «Antes venías un día, recogías tu diploma y casi no te despedías de nadie», cuenta, por su parte, Pablo González, director del IES Puga Ramón. Algo más elaborada —con cena de gala en el comedor del centro— ya fue la celebración de Jorge Muiños, director del Obradoiro y más joven que sus colegas.

Después de ese momento llega la generación millennial, la primera de la era digital, la que ya trasteaba con ordenadores Macintosh en la clase de informática. Todavía por debajo de los 40 años, me gradué en el instituto Monelos en el año 2005. Fuimos al centro cívico del barrio una tarde; cada uno acompañado del progenitor que podía y no tenía que trabajar. En el evento no hubo ni vídeos ni actuaciones musicales. Lo importante era la fiesta de después: cena y baile en la discoteca El Bosque, hoy pasto de las raíces.

Los aforos

Esta evolución de las graduaciones ya se nota en los espacios. El Monelos, por ejemplo, dejó de lado el centro cívico y ahora celebra el acto en el Ágora. La clave está en los invitados: ya no solo va el padre que puede, sino que se apunta toda la familia. «Nosotros solemos repartir unas 400 entradas; luego, los alumnos son unos 100», cuenta Juan Carlos Riera, vicedirector del centro. Lo mismo sucede en el Fernando Wirtz, que sustituyó el centro cívico de Os Mallos por el auditorio del rectorado. Algo similar ocurrió en el Obradoiro: antes lo hacían en el comedor, pero desde hace varios años lo celebran en el pabellón o en el exterior, como anteayer, gracias al buen tiempo. «Ahora lo protocolizamos más, se le da más bombo al evento porque a los chicos les gusta y a las familias también», cuenta Jorge Muiños.

 María Fiuza e Iker Golías, alumnos del colegio internacional Obradoiro.
María Fiuza e Iker Golías, alumnos del colegio internacional Obradoiro. MARCOS MÍGUEZ

El Puga Ramón, en cambio, está haciendo el camino opuesto. El salón de actos ya lo abandonaron porque se les quedó pequeño, pero algún año llegaron a hacerlo hasta en el Teatro Colón. Sin embargo, decidieron volver al centro, y la semana pasada lo tuvo lugar en el pabellón. Iban a tomar los pinchos en el jardín, pero el mal tiempo lo impidió. «Ahora sí que nos hemos centrado más en hacerlo en el instituto y quitarle un poco de fastuosidad», afirma el director.

El acto

La ceremonia en sí también ha evolucionado. De la simple recogida del diploma se pasó a un pequeño acto protocolario, con entrega de orlas y fotografías. Ahora, en cambio, es una gala en la que los chavales toman el papel protagonista y, en algunos casos, también el de planificadores. «Nosotros siempre ponemos a disposición del alumnado la organización del evento. Reservamos el espacio, les damos todos los consejos, pero del acto se encargan ellos», cuenta el director del Fernando Wirtz.

Amalia García, Marcos P. Castro y María Rodríguez, alumnos del IES Monelos.
Amalia García, Marcos P. Castro y María Rodríguez, alumnos del IES Monelos. ANGEL MANSO

Así, siempre hay un discurso por parte del alumnado y también actuaciones musicales o de baile, interpretadas por los recién titulados. «Siempre tenemos un par de actuaciones musicales o de danza que hacen los propios chicos. Al final estamos reuniendo a unas 500 personas. Hay que organizar algo para que eso no sea un tostón», dice el vicedirector del Monelos.

Los alumnos

Los jóvenes saben que ahora las cosas se hacen de manera diferente. «A mí una tía sí que me dijo: “Madre mía, qué guapas vais todas”. Y claro, te dicen que cuando ellos eran jóvenes era tan solo recoger un diploma», cuenta Ángela Varela-García. Sin embargo, defienden que cada vez se celebre con mayor emoción: «Esto es una vez en la vida y lo haces con gente que conoces desde siempre», dice Ana Varela.

Álex Presa Álvarez y D?Iorio Carmine, alumnos del IES Fernando Wirtz.
Álex Presa Álvarez y D?Iorio Carmine, alumnos del IES Fernando Wirtz. ANGEL MANSO

Y explican ese cambio: «Las cosas van evolucionando y cambiando con el tiempo, y ahora estamos en una época como más rica, entonces se hacen fiestas más acordes a eso», dice Álex P. Álvarez. «Creo que antes los actos eran más formales, con música más suave. Ahora, como hay más libertad, es todo más natural y, por ejemplo, ponemos la música que queremos», añade D'Iorio Carmine. Otro factor clave de los nuevos eventos son los vídeos recopilatorios de momentos del alumnado juntos, lenguaje básico para la generación Z.

La fiesta

Lo que quizá menos ha cambiado es la parte del ocio nocturno, aunque nada es improvisado. La norma es reservar un espacio. Los del Obradoiro terminaron la noche del viernes pasado en The Clab, antigua Chaston. Y los del Puga Ramón cerraron el Dux junto con otros tres institutos más. «Fue muy divertido, te juntas con gente de todo el instituto y, a lo mejor, hablas con gente con la que nunca lo habías hecho», dice Joel Mato Pazos.

Los que están en capilla son los del Fernando Wirtz. «La cena de graduación la hemos reservado en el Atlántico 57 y la fiesta es justo debajo, en el Andén», cuenta Álex Presa. Y los del Monelos se esperan a después de los exámenes de selectividad para hacer la graduación. «La cena nos cuesta 36 euros en el Casino y luego el Brit lo hemos reservado y nos cuesta 40 euros por persona», dice Marcos P. Castro. Pero para eso todavía tienen que pasar por lo peor. «Todavía tengo que buscar el vestido, pero eso será después de los exámenes», relata María Rodríguez.

El presupuesto ronda entre los 100 y 200 euros por cada joven

Poner la guinda a la etapa preuniversitaria no sale barato. El gasto principal está en la fiesta nocturna y en la vestimenta.

Los recién graduados suelen reservar discotecas, salas o pubs para celebrar la noche como se merece. El coste de este evento, según los jóvenes consultados, ronda los 50 euros por cabeza. A esto hay que sumar la cena: el Puga Ramón pagó 21 euros por el menú en A Raxaería As Neves, mientras que en Monelos les toca abonar 36 euros en el Casino.

El último gran desembolso es el atuendo: «Hay una compañera que fue con un vestido de 300 euros», comenta Ana Varela, del Puga. Sin embargo, la media ronda los 100 euros, teniendo en cuenta que los trajes de dos piezas de los chicos salen caros.

Este gasto deja un buen montante en los negocios de la ciudad que se centra en un mes.

«En los últimos años la demanda se ha disparado. Les recomendamos que empiecen a contactar con el lugar del evento a principios de año, se trata de fechas muy concretas y si lo dejan pasar puede que se queden sin sitio», explica Fátima Mejuto, responsable de eventos del Pazo do Río. «Aquí ofrecemos recepción con aperitivos, cena, barra libre y música. Con transporte incluido, el precio ronda los 80 euros», añade.

El Pazo de Santa Cruz también celebra graduaciones desde hace bastantes años. Y entienden que es un evento en donde importa mucho la seguridad. «Para nosotros es clave hacer todo tipo de control y como son chavales que algunos tienen 17 años y otros 18, es complejo», afirma.

Otro coste que se puede tener en cuenta es el de las flores. «Incluso encargan ramos para profesoras», dice Ánxela Rodríguez, de Bendita Flor.

Verónica Rey, psicóloga, sobre cómo deben afrontar los padres la fiestas de graduación: «Si pasa algo, llámanos, no hay castigo, te apoyaremos»

Verónica Rey, psicóloga en In&Out Psicología.
Verónica Rey, psicóloga en In&Out Psicología. ANGEL MANSO

La celebración de fin de instituto se vive con la intensidad de una noche de San Juan o de Fin de Año. La experta recomienda evitar los discursos moralistas, por difíciles que resulten: «Sabemos que puede haber alcohol, confiamos en ti, pero también te decimos qué nos preocupa y qué esperamos»

Yago Gantes

Vestido largo, traje y corbata, fiestas con decoración de revista. Las graduaciones de segundo de bachillerato se han convertido en eventos dignos de una boda. Verónica Rey, psicóloga de In&Out Psicología, experta en adolescencia y dinámicas familiares, cuenta que hay mirar más allá de la purpurina para entender qué mensajes estamos transmitiendo con estas celebraciones y cómo acompañar a los adolescentes en este momento clave de su desarrollo.

—¿Qué opinión le merece el creciente despliegue que se hace en las celebraciones de graduación de segundo de bachillerato?

—He visto bodas más sencillas [risas]. Entiendo la emoción, pero cuando cuesta más el disyóquey que el curso, algo se nos está yendo de las manos. Claro que es una etapa importante, pero hacerse la pregunta de qué es lo que estamos celebrando ayuda a enfocar la misma celebración como un logro personal y emocional. Celebramos el esfuerzo, crecimiento y perseverancia, y el paso a la etapa adulta. No la fiesta más ruidosa.

—¿Cree que este tipo de celebraciones tan elaboradas pueden tener un impacto psicológico en los adolescentes?

—Puede ser que sí. Si no lo manejamos bien, puede reforzar la idea de que «valgo por cómo me veo o cuánto cuesta mi fiesta», en lugar de «valgo por lo que he aprendido y superado».

—¿Qué efecto puede tener en los jóvenes la comparación entre eventos más sencillos y otros más fastuosos?

—Todos nos comparamos. Hay que saber hacerlo en su justa medida. Lo malo es cuando uno se compara para perder. La tarea del adolescente es construir su identidad, su personalidad, y no puede hacerlo solo; necesita fijarse en su entorno. Buscan referentes entre sus iguales. No es raro escuchar de tu adolescente una frase como: «la madre de mi amiga le deja… » o «mi amiga tiene….» En tiempos de redes, las comparaciones se hacen más constantes. Todo esto puede crear inseguridades.

—¿Podríamos estar enviando un mensaje equivocado al asociar logros académicos con celebraciones excesivas?

—¿Quizás estemos enseñando que el logro vale más si viene con fuegos artificiales? No lo sé. En cualquier caso, creo que el mensaje debería ser: «celebramos tu esfuerzo, tu autenticidad, vístete como quieras, no como Instagram o TikTok te dice que deberías verte».

—¿Existe una presión social, tanto para los adolescentes como para sus padres, por estar a la altura del evento?

—Pues supongo que habrá de todo, pero lo que sí tengo claro es que los adolescentes quieren pertenecer y los padres no quieren que sus hijos se queden atrás.

—¿Cómo pueden los padres manejar el tema del presupuesto si no pueden o no quieren gastar grandes cantidades en la graduación?

—Evitando el juego de las comparaciones. Cada familia tiene su historia, su estilo y sus valores, y está bien. Reforzando la autoestima: no es espectáculo. Decirle a tu hijo «te queremos tanto que preferimos pagarte un curso de inglés antes que una noche con neón y humo artificial». Creo que con humor y complicidad se logran celebraciones más auténticas. Y creo que de eso se trata.

—¿Qué recomienda a los padres cuando sus hijos piden vestimentas costosas?

—Lo primero, respirar [risas]. Fuera bromas. Apagar las comparaciones primero. Creo que se pueden buscar opciones accesibles sin caer en el «no porque no». Es una oportunidad para enseñar gestión emocional y no solo finanzas. Preguntar: ¿Qué significa para ti tener eso? Si detrás hay un deseo de pertenecer o ser juzgado, ahí tocará trabajar.

—¿Es apropiado que los padres opinen o aconsejen sobre la ropa que sus hijos quieren llevar a la graduación?

—¿Y por qué no? Pero con guante de seda. Preguntar si se siente bien con ese outfit, preguntar si es lo que quiere proyectar. Esto abre la puerta a que los adolescentes piensen en su identidad, no solo en las últimas tendencias.

—¿Qué papel juega el alcohol en estas celebraciones y cómo deberían los padres abordarlo?

—Hablar claro. Sin moralinas, aunque a todo padre nos cuesta mucho a veces. «Sabemos que puede haber alcohol, confiamos en ti, pero también te decimos lo que nos preocupa y qué esperamos». Acordar límites. Incluso preparar alguna estrategia de rescate: «si pasa algo, llámanos, no hay castigo, te apoyaremos», esto puede salvar muchas situaciones.

—¿Considera que estas celebraciones contribuyen a una maduración positiva?

—Por supuesto, si se viven como una etapa celebrada desde la alegría y la conciencia, suma madurez. Si se convierte en una pasarela de apariencias, pueden generar una idea errónea de lo que es la adultez. Luego llegan las frustraciones cuando se dan cuenta de que la vida adulta también va de pagar los recibos de la luz.

—¿Cómo pueden las familias fomentar una celebración significativa, pero equilibrada y coherente con los valores que quieren transmitir?

—¿Qué queremos que recuerden nuestros hijos de este día dentro de 20 años? Si las respuesta es que se haya sentido querido, valorado y celebrado, ya estamos en el camino. Ponerle alma al evento es más importante que ponerle oro. Celebrar con alegría y que no se nos olvide que es verdadero logro de nuestros hijos es que han sobrevivido a una etapa de mucho estrés , a la física y química, literatura y a la propia adolescencia. No se trata del vestido, ni de la celebración , se trata de quienes son y todo lo que lograron hasta llegar aquí. Y lo que les queda.