Rosa Rodríguez, médica durante los últimos 35 años del centro de salud de Adormideras, recibió como regalo sorpresa por su jubilación el cariño de sus pacientes, que le dieron un ramo de flores y un cuaderno repleto de dedicatorias
16 may 2025 . Actualizado a las 16:28 h.Ella quería cerrar su etapa laboral de manera discreta. Colgar la bata, decir adiós a sus compañeros del centro de salud e irse a descansar a casa. Pero cuando llevas 35 años repartiendo cariño y salud, la gente quiere devolverte esa dedicación. «Me operé de cáncer hace unos años y me vino a ver al hospital un sábado», comenta una de las pacientes en Adormideras de la doctora Rosa Rodríguez Álvarez. Este miércoles, a la una de la tarde, todo el barrio se arremolinó en torno al centro de salud. Un ramo de flores y un ramillete de sonrisas se llevó la doctora a la que todo el mundo adora. En su último día de trabajo también recibió un cuaderno de dedicatorias de sus pacientes y uno de ellos, Gonzalo Castaño, le leyó un poema escrito por él. No hay mejor medicación que el cariño. Rosa empezó su carrera profesional en urgencias del Chuac y en 1990 se convirtió en una de las pioneras del centro donde trabajó desde entonces. Dicen que ella no sabía nada de esta sorpresa en la que su enfermera de toda la vida, Gena, fue el cebo y la cómplice de los vecinos-pacientes. Rosa demostró durante años su gran ojo clínico, pero no olfateó la sorpresa final, y eso que hubo personas que pidieron cita el último día, pero no para renovar recetas, sino para darle las gracias. Cuando salió del centro de salud y vio lo que le esperaba quiso darse la vuelta y se puso a llorar. «Lloramos todos», confirma otra de las asistentes. Su marido también es médico y tiene un hijo urólogo que ojalá siga los pasos de su madre en lo que a cercanía y humanidad se refiere. Ahí tienen a Rosa, a la que todos adoran.