La historia de A Coruña pide su sitio en las calles

elia freire A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Eclipsados durante siglos por los grandes acontecimientos, hitos desconocidos de alcance mundial carecen de señales, letreros o rutas por los lugares donde sucedieron

11 may 2025 . Actualizado a las 22:14 h.

A Coruña tiene 2.500 años y nunca en su historia se estudió tanto a sí misma como en los últimos 70. Desde que Luengo y Monteagudo metieron por primera vez sus paletines en la Torre y el castro de Elviña a finales de los años 40, varias hornadas de investigadores con vigor y enfoques nuevos sacaron a la luz hallazgos que la ciudad aprovechó, con mayor o menor fortuna, para darse a conocer y buscar protección y apoyo para su patrimonio.

Las visitas guiadas a la Torre, los museos y las casas de María Pita, Picasso y Casares Quiroga, y las rutas por la Ciudad Vieja, las joyas del modernismo y los espacios picassianos centran el grueso de la iniciativa municipal. Más desapercibidos para vecinos y turistas, tesoros como la llegada de Julio César a O Parrote, la segunda circunnavegación a la Tierra, la expedición de Balmis y Zendal o los paseos de Rosalía y Pardo Bazán esperan a hacerse un lugar en las calles, alto, claro y bien explicado. 

El principio, siglo V a.C.

El castro. Hay evidencias de que en el siglo III a.C. los habitantes de Elviña mantenían intercambios comerciales con pueblos del Mediterráneo, cuyos barcos oteaban desde la croa del castro. La aldea gala no era un aldea, sino una compleja y muy bien planificada organización política, territorial y (casi) urbanística que sigue guardándose todas las respuestas: solo el 6 % está excavado. Los presupuestos municipales de este año incluyen una partida de 400.000 euros para el yacimiento, y hay visitas guiadas y programas didácticos, siempre vinculados al museo arqueológico de San Antón, donde se conservan y exponen los materiales. 

Roma

Julio César estuvo aquí. Cuentan las crónicas que los de Elviña nunca habían visto semejante flota y que solo el ruido de las aguas batiendo contra los costados de las naves bastó para someterlos. Era la armada de Julio César, atraído por el oro y el estaño que explotaba la rica Brigantia y que le iban a servir para pagar sus deudas, sufragar su candidatura política y pasar a la historia de la antigüedad. Todavía hoy visitantes anónimos depositan flores donde se levantó su pira funeraria tras su asesinato en los idus de marzo del 44 a.C. En A Coruña, sin embargo, no hay señal ni cartel que lo nombre. Con una ambición desmedida, César abrió un camino que continuaron en los siglos siguientes los constructores de la Torre, de la muralla excavada en el número 6 de la calle Santo Domingo (visitable) y de la Coruña romana. 

La judería medieval

La «mikvé» de Sinagoga. La investigación sobre la judería ha dado un salto ciclópeo en los últimos tres años con la adquisición por el gobierno local de una casa en Sinagoga 4 en la que se ha excavado una mikvé, o baño de purificación, que podría conducir a espacios mayores relacionados con la comunidad hebrea. No se conservan en la ciudad las tres lápidas hebraicas halladas en A Palloza en el siglo XIX, enviadas al Museo Arqueológico Nacional, pero sí se guarda y enseña a quien lo solicite, en el archivo municipal de Durán Loriga, un facsímil de la biblia Kennicott, el fastuoso manuscrito medieval copiado e iluminado en la Ciudad Vieja en el siglo XV que da la medida del poder de esta comunidad. 

Carlos I, siglo XVI

La puerta del emperador. Menos foco recibe el papel crucial que jugó la ciudad en el futuro de Carlos I, precursor de la España moderna y emperador católico en guerra contra el cisma protestante. Con Castilla en llamas por la revuelta de los comuneros, el rey vino a obtener en las Cortes celebradas en una ermita detrás de la actual Fundación Seoane, al lado del monasterio de San Francisco, los fondos que necesitaba para alcanzar el trono imperial en Aquisgrán. Y con ese rumbo zarpó de los muelles el 20 de mayo de 1520. De su presencia en estos lugares y su embarque no hay recordatorio alguno. 

2.ª vuelta al mundo

Elcano y las especias. A Coruña tuvo una Casa de Contratación de Especiería que rompió el monopolio de Sevilla en el comercio ultramarino durante la era de los descubrimientos. La concedió Carlos I en pago por los dineros obtenidos en A Coruña, y su existencia, aunque efímera, dio lugar a una de las mayores hazañas gestadas en la ciudad, la segunda circunnavegación a la Tierra, en busca de las Molucas, las grandes productoras de especias. Una expedición de 7 naves y 450 hombres, comandada por Loaísa y Elcano, zarpó rumbo al Pacífico. Once años después, regresaron 12. Siguen sin homenaje público 500 años después. 

Armada Invencible, 1588

María Pita se la lía a Drake. Para explicar el tiempo de María Pita y su resistencia al grito de «Quien tenga honra que me siga» —fabulado, pero resultón— se concibió el museo de la calle Herrerías, muy cerca de Puerta de Aires, donde se sitúa la refriega con las tropas de Drake. El corsario llegó al pie de las murallas tras incendiar la Pescadería, malamente defendida, y acabó por motivar un plan urbanístico de calado para proteger la ciudad con castillos y una nueva muralla en Juana de Vega. Inglaterra respondía así al intento de Felipe II de conquistarla un año antes enviando a la famosa Armada Invencible, 127 navíos, muchos de ellos desde A Coruña. 

Humboldt, 1799

La ciencia no puede esperar. Geógrafo, naturalista y explorador, el berlinés Alexander von Humboldt no desaprovechó las dos semanas escasas que pasó en la ciudad antes de zarpar hacia América en misión científica. Alojado en una fonda de la calle Real, que no pagó por las prisas del embarque, tuvo tiempo de corregir la longitud de Ferrol por la altura del sol, estudiar los moluscos y las algas de la Torre y conocer el Seixo Branco. Tiene una calle y una placa. 

Zendal y la vacuna, 1803

Epopeya sanitaria mundial. Del puerto una vez más, y ya van unas cuantas, partió la más ingente campaña profiláctica de la medicina que se conoce. A bordo de la corbeta María Pita viajaba una sola mujer, la enfermera y rectora de la inclusa coruñesa Isabel Zendal, a cargo de los 21 niños expósitos que transmitieron brazo a brazo la vacuna de la viruela, enfermedad que solo en el siglo XVIII segó la vida de 60 millones de europeos. La expedición filantrópica, financiada por Carlos IV y dirigida por el médico de cámara Francisco Javier Balmis, recorrió territorios de América y Asia desde 1803 hasta 1814 con un método revolucionario: inmunizarse por contagio. Dos esculturas, parcas en información, y una calle rinden homenaje a Zendal. 

Batalla de Elviña, 1809

Moore descansa en el jardín. Sin la asociación cultural The Royal Green Jackets, probablemente este episodio habría caído en el olvido. Una contienda singular en el marco de las guerras napoleónicas que los británicos, ya en retirada, perseguidos desde León por las tropas francesas del mariscal Soult y a punto de embarcar, no lograron frenar. Lejos de actuar como un ejército derrotado, la infantería hizo frente al ataque en la llanura de Elviña donde el general Moore recibió una herida mortal que pocas horas después, en una casa del Cantón, lo convirtió en héroe para siempre. Sus restos reposan en el jardín de San Carlos, al que desde entonces peregrinan viajeros ingleses para honrarlo en la mejor tradición de turismo necrológico. 

Rosalía y Emilia, 1871

Dos gigantes en la Ciudad. A la tumba de Moore le dedicó un delicioso poema Rosalía, fiel visitante del jardín mientras residió en el número 3 de la calle Príncipe —donde nació su hija Amara—, entre 1871 y 1874. La casa, cerrada a cal y canto, dista 150 metros de la residencia de la condesa Emilia Pardo Bazán. Dos gigantes de la literatura, una poeta, otra novelista, una mujer de casa, la otra mujer de mundo, que compartieron espacios en la ciudad del siglo XIX y cuya relación sigue esperando por un paseo bien contado. 

Picasso, 1891

La formación del genio. Llegó con 9 nuevos años y se marchó con 13. En ese tiempo el niño Pablo aprendió a dibujar, se enamoró, hizo su primera exposición y lloró la muerte de su hermana pequeña. Muchos años después, cuando ya era Picasso, seguía guardando postales de A Coruña y pinturas de su etapa infantil, una vista de Santa Margarita y los óleos de la muchacha descalza y el hombre de la gorra, que conservó toda su vida. Para seguir su rastro existe una ruta y la casa museo familiar, en Payo Gómez, cerrada por obras.