
«No hay en A Coruña una estructura urbana comparable», apunta el arquitecto Felipe Peña sobre la vía recién rehabilitada
27 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Así, todo en mayúsculas, es como llamamos a una vía que se termina estos días de rehabilitar en A Coruña. Más que importante, es un itinerario vital, eje medular de la ciudad. Atraviesa en toda su longitud su primer ensanche —la Pescadería—, y su prolongación arranca del corazón de la Cidade Vella para seguir por la Avenida de Fisterra hasta sus confines. Que la Calle San Andrés es una vía medular de la ciudad lo dijo en algún momento el urbanista Juan Luis Dalda. Entonces no sabían muy bien qué hacer con ella, si poner el tranvía o cerrarla al tráfico.
Ninguna de las vías paralelas —la Marina, Riego de Agua, el Orzán y el paseo marítimo— pueden compararse con San Andrés en complejidad si queremos utilizar el término «calle» con propiedad. Solo en ella caben las cualidades de una gran vía urbana: movimientos peatonales intensos; tráfico rodado, tanto colectivo como privado, a velocidad moderada; población residiendo con densidad alta, y actividad comercial continua y de calidad, con ingredientes lúdicos intercalados, plazas, bares, terrazas, etcétera.
Me dirán que es la calle San Andrés de siempre. Así es. Pero ahora con unas aceras más anchas, tráfico más controlado y un pavimento renovado. Árboles de dimensiones prudentes que no ocultan un patrimonio arquitectónico valioso y heterogéneo. Bien caracterizada como una calle contemporánea porque incorpora las huellas volumétricas de los desmanes de los años sesenta y setenta. Y también con unos arbustos secundarios que se justifican por la mala conciencia que nos queda por emitir tantos gases nocivos.
Pero no está acabada, hay una cuenta pendiente indispensable. Su fuerza en la ciudad pasa por su recuperación comercial. Su vigor cívico llegará con la incorporación de un comercio variado, llevar al límite la mezcla de usos que un día tuvo. Las aceras generosas ayudarán a recoger ese flujo intenso de paseantes que iluminan los escaparates y llenan los centros de las ciudades en dura competencia con los centros comerciales y el comercio electrónico. La calle es la fiesta permanente de la ciudad. Solo hay un habitante verdaderamente legítimo: el paseante.
Puede haber algunas reticencias a esta obra bien hecha en su conjunto. Las marquesinas no mejoran el modelo original del Campo da Leña y la iluminación añade unos postes que invaden el suelo siempre escaso de las aceras.
En el Campo da Leña, la Calle San Andrés se bifurca del otro Finisterre: la Torre de Hércules. En la plaza de Pontevedra abandona las segundas murallas de A Coruña y se desparrama por los arenales de Garás y Riazor, ahora densamente construidos. Continúa en línea recta y sube al monte de Santa Margarita y al del Agra del Orzán. Por este mismo itinerario descienden las aguas de los manantiales de San Pedro de Visma para llegar a las fuentes públicas de la ciudad en el siglo XIX, las de Santa Catalina e da Fariña.
No hay en A Coruña una estructura urbana comparable. Ahora podrá brillar de nuevo con amplitud y materiales de calidad. Ni bulevar, ni paseo, ni avenida. La palabra «calle» es la que mejor define al San Andrés de siempre. La densidad del Orzán y la Pescadería son el complemento urbano para que una vía clave en esta ciudad combine equilibradamente el tráfico rodado y el peatonal, la actividad comercial y lúdica. Jane Jacobs estaría orgullosa de la vida de nuestras calles.