Ibrahima Diack y Magatte N'Diaye, los dos hombres buenos que intentaron salvar a Samuel

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Ambos recibieron en A Coruña el premio Marcelino Liste Xustiza e Liberdade, de la Asociación Cultural Alexandre Bóveda

10 dic 2024 . Actualizado a las 22:15 h.

Ibrahima Diack y Magatte N'Diaye, dos ciudadanos de origen senegalés, paseaban una noche cualquiera por el paseo marítimo de A Coruña cuando, de pronto, se cruzaron frente a frente con el horror. Aquella noche Samuel Luiz murió asesinado. Aquella noche, Ibrahima y Magatte intentaron con todas las fibras de su ser salvarle la vida. Pero estaban solos. Estaban solos y los otros eran más

No obstante el desgarrador desenlace, quedó en este caso terrible, adherida como una pequeña acotación de esperanza para el género humano, la actuación de dos personas que tomaron el camino correcto cuando el correcto era el más difícil de los caminos. En reconocimiento a aquellos instantes de valentía arrojada, la Asociación Cultural Alexandre Bóveda les concedió este martes el premio Marcelino Liste Xustiza e Liberdade. Diack acudió en nombre de los dos a recoger el galardón a la sede de la agrupación, en el Círculo de Artesanos. Fue entregado por la presidenta, María Xosé Bravo.  

Fueron sintéticas, profundas y emocionantes las palabras del agasajado en su discurso de aceptación. Recordó verdades elementales con una sabiduría sencilla. La de las cosas que son universalmente ciertas más allá del tiempo y las circunstancias. «Soy de Senegal. Nací en una familia donde no teníamos mucho. Pero mis padres me dieron amor y valores. Me enseñaron a ser una persona humilde», comenzaba. 

Todo el mundo necesita ayuda

Esta misma humildad, estos mismos valores, son los que le conducen ahora a tratar de acallar las dramatizaciones impostadas. Las grandilocuencias de escaparate. «Me molesta que me llamen héroe, porque yo no quiero ser un héroe. Yo quiero ser una buena persona». Una buena persona que se arrojó a las entrañas del peligro movido por el sentimiento fraternal. Por el impulso que tender la mano al otro cuando el otro necesita ayuda. 

«Esa noche vimos una persona en el suelo sufriendo. Lo intentamos salvar. Lo que más me molesta es que no lo salvé». Tajante y fundamental en sus principios, que son tan hondos como fácilmente entendibles. El carácter mundial, general de las verdades que su experiencia dejó desnudas fue definitivamente descubierto con este enunciado precioso que Diack regalaba a los asistentes: «no hay ninguna persona en el mundo que no necesite ayuda». Un axioma del que ya nadie debería dudar a estas alturas de la historia. Son los hombres buenos los que mantienen erguidos los cimientos de la civilización. Y lo hacen cada día, eligiendo caminar con dignidad y rectitud.