Aunque estemos viendo la luz al final del túnel, son muchos los coruñeses que empiezan a sentir ese hormigueo alérgico que dan las obras
28 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Aunque estemos viendo la luz al final del túnel, son muchos los coruñeses que empiezan a sentir ese hormigueo alérgico que dan las obras. Pasa en las mejores casas, que cuando cambias la lavadora, terminas levantando el parqué y pintando las habitaciones. En Coruña no sé bien en qué momento se ha empezado a levantar la polvareda, pero vayas por donde vayas hay algún cartel de prohibido el paso por obras. En San Andrés, esa calle con meigallo, los coruñeses han sido capaces de soportar en lo que va de año un cierre peatonal y de tráfico con bastantes consecuencias. No hay día en que en el paseo marítimo no se haga una cola enorme por el atasco, y no son pocos los que desde la plaza de Pontevedra tienen que ir hasta la plaza de Vigo para volver a dar toda la vuelta y coger la dirección hacia el Orzán porque no hay giro en Juana de Vega. La oración por San Andrés me la han pedido un grupo de coruñeses que, con la paciencia al límite, han visto cómo sus negocios han empezado a decaer, porque los clientes llevan un año sin pisar esa calle y ya han abandonado su zona de compras o de ocio. «Yo para ir a la peluquería tengo que hacer malabares, y el otro día ya les pedí a los obreros que me movieran la valla porque no podía atravesar para llegar», me contaba una señora que, en algún momento, se hizo portavoz general del cansancio de este tiempo largo de pico y pala.
Hay avances y esperanza, y a ver si para marzo del 2025 se enciende la luz que haga pensar que San Andrés pueda recuperar un esplendor que desapareció hace muchas décadas. Son muchos los establecimientos que tendrán que contar con todos estos meses de pérdida por la falta de clientela. Mientras, nos queda armarnos de paciencia y desear que la penitencia de San Andrés sea una oración corta: fin.